Informe de estimación mensual nacional

Resúmen del Informe


La estimación para la producción de soja 2008/09 es de 41,7 millones de toneladas. La extensa y continua seca quebró las expectativas de superar los 50 millones de toneladas, proyección basada en la intención de siembra de 18,5 millones de hectáreas. Sólo se habrían logrado implantar 16,7 millones de ha para fines comerciales.

Las lluvias ocurridas en febrero no fueron oportunas para las siembras tempranas, pero permitieron una recuperación en las expectativas de rinde. Igualmente, éstos descenderían en un 9,4% respecto de la campaña 2007/08. Se estima que, con un rinde de 25,5 qq/ha, la producción de soja asciende a 41,7 millones de toneladas para esta campaña 2008/09. Esto es de acuerdo a las condiciones observadas hasta mediados de febrero. El nivel de plagas como trips, arañuelas, bolillera y defoliadoras ha sido muy severo durante todo el ciclo. Esta mezcla junto con otros fenómenos meteorológicos dejaría marginadas de la colecta a casi 410.000 ha.

Mientras que la pérdida en soja tendría como foco de atención la productividad unitaria, en el cultivo de maíz también llama la atención la superficie que podría no levantarse al cierre de la recolección.

La continuidad de la sequía durante las etapas vegetativas y reproductivas del cereal, con lluvias intermitentes y de cobertura irregular, determinaría que 1 millón de hectáreas no darán maíz para ingresar al circuito comercial. Las variables económicas y climáticas habrían desplazado unas 865.000 hectáreas de maíz a la soja, por lo que la superficie cultivada con el cereal disminuyó un 20,4%.

La merma en la producción sería de un 36% respecto de la campaña 2007/08, cuando también se sufrió la falta de agua. Con 60,5 qq/ha, se estima que la producción de maíz es de 14 millones de toneladas.

La campaña de la gruesa arrancaba en setiembre, con la continuación de la sequía durante las etapas de siembra de maíz. El riesgo climático aumentó sensiblemente por la falta de acumulación de agua en los barbechos para implantar un cultivo de alta inversión. Las alternativas de hacer siembras óptimas de soja en octubre y las ventanas de implantación que se fueron estrechando, dejaron en las provincias de Entre Ríos, Córdoba y Santa Fe, una baja en la cobertura de 27%; 22% y 24% respectivamente, sobre la 2007/08, según la información de superficie sembrada de SAGPyA. La provincia de La Pampa ajustó en 28% su cobertura maicera y Buenos Aires se retrajo en un 11%.

La variable económica actúo también en la intencionalidad del cultivo. El nivel de precios internacionales dejó nuevos niveles en el costo de indiferencia para el maíz, en un escenario diferente, en el que empezó a sentirse la falta de financiamiento en el sector. La tendencia de ajustar la inversión al mínimo por la falta de ingresos, ante la limitada venta de mercadería -esperando que pase la “tormenta de los bajos precios”-, y la falta de agua terminaron de desplazar un alto número de hectáreas hacia la oleaginosa.

Quedó afectada, entonces, la tecnología aplicada en el cultivo. El desacople de la relación insumo / producto entre el maíz y el valor de la unidad de nitrógeno y fósforo dejó con serias dificultades las posibilidades de realizar una correcta dosificación para obtener plantas de mayor vigor y enfrentar la falta de agua. Como ocurriera en la campaña triguera, buena parte de los cuadros implantados quedaron subfertilizados, limitando desde el comienzo las posibilidades de expresión del potencial de rinde.

“En las zonas rojas nos encontramos con la mayor intensidad de la sequía y la recurrencia de este evento es de una vez cada 30 años.”

El origen de la sequía puede encontrarse en el evento La Niña (anunciado tanto en su fenomenología como en sus efectos en GEA) que produjo que las lluvias entre noviembre del 2007 a marzo del 2008 se ubicaran por debajo de los valores normales, a lo que se sumó un período abril – agosto muy seco (La actual sequía en Argentina - 10/09/08 - José Luis Aiello).

Respecto de la siembras en soja, la falta de agua (ver mapas de reservas en el suelo) limitó en numerosas regiones del país la oportunidad de concretar la totalidad de las mismas. En octubre la intención de implantación de los productores ascendía a 18,5 millones de ha para la oleaginosa (+11% respecto de la campaña 2007/08), sumándose al hectareaje que no fue cubierto con los cultivos de cosecha fina y maíz. Sin embargo, dos aspectos condicionaron la concreción de esta intención:

1) Escasas reservas de agua en el perfil del suelo.

2) Escasez de precipitaciones. No se produjeron las precipitaciones para que se cubrieran…

232.500 has en Santiago del Estero,

270.000 has de Chaco,

706.500 has en Santa Fe, y

362.500 has en Entre Ríos (*)

295.900 has en Córdoba

Sólo en la provincia de Buenos Aires se pudo superar las expectativas con 397.500 has que se agregaron a las intencionadas en aquel momento.

Hubo una reducción en el uso de tecnología aplicada en el momento de la siembra por la asimétrica relación de insumo-producto. En algunos casos no sólo se limitó a bajar el costo económico para mejorar el resultado empresarial, por medio de la disminución o el no uso de fertilizantes fosforados, si no que hasta se limitó el uso de curasemillas e inoculantes.

Octubre trajo el alivio después de siete meses sin lluvias significativas

Los últimos días de setiembre y los primeros del octubre, beneficiaron el sureste de Córdoba, Santa Fe y gran parte de Buenos Aires. Los acumulados más importantes estuvieron sobre el noroeste bonaerense y el centro de Santa Fe, con registros cercanos a los 60 mm, mientras que los más bajos se dieron en el centro Sur de Santa Fe y Sudoeste de Córdoba. El agua También llegó al oeste de la Pampa.

Las últimas dos semanas del mes dejaron importantes descargas que se centraron en la provincia de Buenos Aires, y alcanzó con menores acumulados la zona núcleo. Esto continuó hacia el norte concentrándose en las provincias de Corrientes, Misiones, Chaco y parte del NOA.

Noviembre asfixiante por temperaturas históricas

Noviembre hizo un rápido desgaste de las reservas de suelo en Santa Fe, Buenos Aires y Entre Ríos. El mes se caracterizó por fuertes vientos y aire caliente. Los récords en altas temperaturas comenzaron a producir intensos signos de estrés en el cultivo. La distribución de lluvias volvían a no ser satisfactorias para los cultivos, sobre todo en el este de Buenos Aires, sureste de Santa Fe y la porción sur de Entre Ríos. Las altas temperaturas mantenían a los maíces en un estado de marchitez muy comprometida en estas zonas. El intenso estrés termo hídrico se ponía de manifiesto desde los suelos de menor calidad, comprometiendo seriamente la sobrevivencia de plantas. Estas condiciones secas agravaron los efectos de las heladas registradas el 16 de noviembre en la provincia de Buenos Aires. Las precipitaciones sólo fueron importantes para el noroeste y centro de Córdoba y Chaco. Con estás condiciones aparecieron las plagas en los cultivos de maíz y soja. Las tareas de implantación en soja se interrumpieron.

El comienzo de diciembre dejó fuertes tormentas, acompañadas con granizo en algunos casos, que posibilitaron una fuerte recuperación del estado de los maíces sólo en el centro y el oeste del país.

Dichas zonas pudieron contar con agua para los comienzos de la floración, e incluso algunas tormentas que sumaron para fin de diciembre nuevos acumulados.

Otro efecto sobre el potencial de rendimiento de la soja ha sido la falta de lluvias ocurrentes en tiempo y forma, que fue desplazando las fechas de siembras en gran parte de los sembradíos, alejándolas considerablemente de sus fechas óptimas hasta ocupar las fechas de diciembre y enero. Estas son fechas de siembra típicas de las sojas de segunda (detrás de los cultivos de invierno) como ocurrió en la zona núcleo.

El potencial para que la semilla de soja se exprese en rindes queda limitado por la menor duración de los distintos períodos fenológicos y las condiciones ambientales menos favorables para la floración y el llenado, aparte de los mayores riesgos por heladas tempranas y enfermedades de fin de ciclo. Se estima que retrasos considerables en la fecha óptima de siembra disminuyen en hasta un 20% el rinde potencial de la semilla. Esto explica que pese a la recuperación de las sojas que se han sembrado tarde y si han recibido aportes oportunos de agua en febrero para permitir mejorar la carga de vainas por metro, será imposible acercarse a los promedios históricos de las principales zonas agrícolas.

En el resto de Buenos Aires, Entre Ríos y Santa Fe, la declinación de la condición del cultivo de maíz no se detuvo en enero.

Más allá de algunos pulsos húmedos aislados, poco sirvieron para revertir la crítica situación en estos sectores.

En soja, la falta de crecimiento y los síntomas por estrés termo hídrico fueron generalizados en las zonas que se observan afectadas por la sequía, tal como puede apreciarse en la imagen de las reservas de agua a nivel nacional de enero. Lamentablemente, en buena parte de la región pampeana las siembras de soja de primera hechas en fechas tempranas fracasaron en su productividad. Los signos de estrés van desde stands muy desparejos en su tamaño, manchoneos de plantas muy afectadas y/o directamente muertas. Gran parte de los lotes sembrados tempranos no cerraron el entresurco. Quedaron muy desparejos, fructificando con bajo número de nudos, marcada perdida en el número de chauchas y granos pequeños.

Los sembrados tardíamente, que recibieron las precipitaciones acumuladas en las última semana de enero y primeras de febrero, lograron recuperarse y alcanzar una buena condición a pesar del lento desarrollo y los síntomas marcados por los efectos de la sequía.

Donde está concentrada la producción de soja (sur de Santa Fe, norte de Buenos Aires y este de Córdoba), ha habido un elevado número de pulverizaciones aplicadas hasta la fecha. Éstas ascienden, en promedio, a 3 y hasta 4 pasadas cuando suelen realizarse 1 –a lo sumo 2- en años normales. La presión de las plagas es coherente con las condiciones del clima, observándose desde chinches, tucuras, arañuelas y trips, entre otros. Estas tres últimas, generalizadas en lotes de siembras tempranas o tardías, en algunos casos determinan altos niveles de infestación. También se destacaron dos importantes ataques de isoca bolillera cuya magnitud no tiene precedentes en la zona. Los problemas del bajo porte de las plantas aumentaron la preocupación por el área foliar y las isocas defoliadoras como medidora fueron parte de las preocupaciones en los monitoreos.

Hubo un hecho significativo y crítico, pues representó un gran impacto en la productividad de soja, sobre todo en las tardías, que fue la recuperación de humedad que se sostuvo a partir del 25 de enero, cosa que no ocurrió en la provincia de Buenos Aires.

Las provincias de Córdoba, Santa Fe (en su mayor parte), Entre Ríos y sólo en el norte de Buenos Aires, tuvieron una excelente oferta de agua, y esto fue muy importante para la recuperación de muchos cultivares de soja. Las provincias de Buenos Aires y La Pampa no se vieron beneficiadas por la sucesión de eventos de lluvia. (“¿Cuanto valen estas lluvias?”, por el Dr. José Luis Aiello, Director Científico de GEA – 09/02/09).

Para arribar a las estimaciones de rendimiento se ha hecho un seguimiento de la condición de agua en el suelo en Argentina a lo largo de la campaña, con mayor grado de detalle en el área GEA – Guía Estratégica para el Agro, de acuerdo con sus fases fenológicas, y la información del SIBER de la Bolsa de Cereales de Entre Ríos. También se recurrió a los datos aportados por informantes calificados. Para la superficie sembrada se tomaron datos de la SAGPyA, mientras que para la provincia de Entre Ríos se volvió a recurrir a los datos del SIBER de la Bolsa de Cereales de Entre Ríos.