En los últimos 20 años Argentina detrajo casi US$ 200.000 millones del campo, mientras Brasil le aportó más de US$ 190.000 millones. Lo que falta para crecer y cerrar brechas: ley de semillas, baja de derechos de exportación y apoyo neto positivo al agro.
A pesar de un déficit persistente en la cuenta corriente, Brasil mantiene un crecimiento sostenido de su economía y un aumento de reservas internacionales. La inversión extranjera directa es clave para financiar este déficit y generar crecimiento a la vez.
Tras la recuperación post-pandemia, los salarios se sitúan al mismo nivel que en 2004, mientras que crecen las modalidades de trabajo por cuenta propia.
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El maíz compite palmo a palmo con el brasilero, con la ingente oferta producida por el PIE permitiendo mantener competitividad. En soja, la suba en las tasas de devaluación implícita en los futuros de dólar afectó la operatoria en el disponible.
Las compras anticipadas de trigo de la industria y la exportación caen un 80% interanual a menos de 1 Mt. La participación argentina en las importaciones de trigo de Brasil descendió a 62%, con precios de exportación que resultan poco competitivos.
Según la OCDE y la FAO, se proyecta un crecimiento más lento de la producción, el consumo y el comercio de productos agrícolas para la próxima década. Los precios caerían bruscamente en los próximos años, y retomarían su tendencia de largo plazo.
Estacionalmente, el 2° semestre suele ser un período de mayor oferta ganadera. La faena bovina, si bien es muy estable a lo largo del año muestra una ligera estacionalidad, marcada por salida de la invernada recriada y engordada luego de la zafra.