Economía

La racionalidad del hombre y sus expectativas


La racionalidad del ser humano tiene sus límites. Aún una disciplina como las matemáticas no es tan perfecta como cree gran parte de la humanidad. El gran matemático alemán Hilbert trató de fundamentar lógicamente su disciplina pero un humilde lógico checo, Kurt Gödel, probó en su teorema de 1931 sobre la 'incompletitud' que la reina de las disciplinas tenía también sus debilidades. Y estoes tan así, que grandes pensadores suponen que no es posible una ciencia final de todo, como lo creía el cosmólogo Stephen Hawking hace algunos años, ya que el teorema de Gödel pone sus límites.

¿Y la economía?

La economía es una ciencia de la acción humana y si es verdad que el hombre puede actuar racionalmente, esa capacidad tiene grandes limitaciones.

Desde hace algunas décadas, un grupo de economistas eminentes comenzaron a desarrollar lo que se conoce como 'economía de las expectativas racionales' y entre ellos podemos mencionar al premio Nobel Robert Lucas y a otros.

La tesis central de los trabajos de Lucas gira alrededor de la llamada 'teoría de las expectativas racionales', que puede definirse en pocas palabras como aquella que sostiene que los individuos con su actuar van descontando racionalmente el futuro en sus previsiones. De esta manera, toda política macroeconómica (fiscal o monetaria) que realizan las autoridades es compensada por la gente e invalidada en sus consecuencias. Demos un ejemplo: si el gobierno emite moneda para disminuir el desempleo, el público y los empresarios saben que como consecuencia de esta política van a aumentar los precios y los trabajadores reclamarán aumentos salariales nominales. Era clave para la política gubernamental que los salarios reales bajaran y que esto permitiera una disminución del desempleo. Sin embargo, la previsión de la gente hizo que los salarios nominales aumentaran al ritmo de los precios con lo que el salario real no disminuyó, como tampoco el desempleo. La política monetaria del gobierno falló.

Lo anterior está expresado claramente en la interpretación que de la curva Phillips realizó el profesor Milton Friedman. Recordemos que la curva Phillips (1958) se basa en la relación entre la tasa de inflación y la tasa de desempleo y era la expresión empírica de la teoría keynesiana. Friedman mostró que toda inyección de moneda para disminuir el desempleo sólo alcanzaba su objetivo en el corto plazo a costa de más inflación, pero las expectativas de la gente llevaban nuevamente la tasa de desempleo a su nivel "natural". Lo único que se lograba con el tiempo era acelerar la tasa de inflación.

Para Lucas la política monetaria no agrega ni quita nada al ciclo real de la economía. En este sentido habla de la "neutralidad de la moneda". Toda inyección de moneda lo único que produce es el aumento de los precios sin alterar la producción. Para los autores de la Escuela Austríaca (Mises y Hayek), por el contrario, la emisión de moneda (inflación) nunca es neutral sino que distorsiona los precios relativos de la economía. Como los precios son las señales que guían a la producción, dicha alteración se manifiesta también en la alteración de la estructura de la producción. Esto se ve claramente en el análisis austríaco del ciclo. La emisión monetaria lleva a una disminución de la tasa de interés de mercado y ello conduce a un alargamiento artificial de la estructura productiva (sobreinversión), a la inflación y a la crisis.

Harry Garretsen muestra otros aspectos que diferencian la concepción de Lucas y la de Hayek. Según él, ambos autores parten de una concepción distinta con respecto al conocimiento en la sociedad. En la concepción del equilibrio lucasiano está latente la teoría del rematador walrasiano, que en parte también estaba subyacente en el trabajo de Hayek, "Precios y Producción" , mencionado más arriba. De todas maneras, Hayek a posteriori -1937 y 1945- desarrolló la teoría de la "dispersión del conocimiento" y la importancia que tenía el llamado conocimiento circunstancial de "aquí y ahora", conocimiento que no se puede hacer accesible a ningún centro de planificación del tipo del rematador walrasiano

Con respecto a la mencionada teoría de las expectativas racionales, veamos lo que nos dice el ex Economista Jefe del Banco de Pagos Internacionales de Basilea, William White en un artículo aparecido en F&D Finanzas y Desarrollo titulado "La macroeconomía moderna en el rumbo equivocado" (FMI, dic. 2009).

El artículo de White comienza con una anécdota. "En su visita a la London School of Economics a fines del año pasado (2008), la Reina Isabel II preguntó por qué ningún economista la había predicho (a la crisis). Algunos sí habían dado señales de alarma, pero éstas fueron ignoradas, incluso por las autoridades".

Pero según White, la mencionada ignorancia radica en que "el paradigma macroeconómico dominante no contempla crisis como la actual". Es por esta razón que White sostiene que es importante el análisis crítico del mencionado paradigma. Para ello recurre sintéticamente a analizar la macroeconomía que nace con la revolución keynesiana de los años '30 y posteriores, y las escuelas neoclásicas y neokeynesianas que dominaron la enseñanza de las últimas décadas.

Decía que "quizá el mayor logro de la revolución (keynesiana) haya sido brindar un modelo de equilibrio general, capaz de explicar la determinación simultánea del producto, las tasas de interés y (más tarde) los precios y la inflación, conforme al supuesto de que los salarios reaccionaban lentamente a los cambios de otras variables económicas. Los grandes modelos estimados empíricamente hicieron más concreto el modelo keynesiano, pero lamentablemente en la mayoría de ellos las expectativas, un elemento crucial para Keynes, se trataban de forma rudimentaria. Tampoco parecía haber una justificación teórica suficiente para suponer que los salarios y los precios reaccionaban lentamente a los shocks del sistema económico".

Es por las mencionadas razones que White supone que surgieron entonces los modelos neoclásicos, "que eliminaban los supuestos de rigidez (como la de precios y salarios) y postulaban que todos los agentes económicos formaban expectativas racionales acerca del futuro y luego actuaban racionalmente para maximizar sus beneficios. Los modelos neokeynesianos posteriores diferían de los neoclásicos básicamente en que reintroducían la rigidez de salarios y precios supuesta por Keynes".

White seguía manifestando que la reciente crisis "ha demostrado que los modelos basados en el supuesto de las expectativas racionales son inadecuados". El rápido aumento de los precios y su posterior derrumbe es incompatible con un proceso racional, "especialmente cuando las expectativas parecían basarse en una simple extrapolación de acontecimientos pasados".

El supuesto de que los precios se ajustan rápidamente restableciendo la igualdad entre oferta y demanda parecía cada vez más incongruente con la realidad, y esto especialmente en el mercado laboral, lo que se manifestaba con altas tasas de desempleo.

La crítica de White no se limita a los modelos neoclásicos de las expectativas racionales, sino que se extiende a los modelos neokeynesianos. Estos no han servido para pronosticar los puntos de inflexión del ciclo económico. No han tenido en cuenta las recomendaciones del propio Keynes quién, dada la complejidad de la economía, sostenía claramente que "el futuro es incierto".

Ante la incertidumbre del futuro el ser humano "tiende a guiarse en gran parte por mecanismos heurísticos e impulsos emocionales", los que Keynes llamaba 'espíritus animales'. Este comportamiento da lugar a cambios bruscos y de ahí que no sea posible estimar dicho futuro según el promedio de las observaciones pasadas.

Según White, a pesar de brindar un marco teórico útil para describir como funciona el mundo, tanto los modelos keynesianos tradicionales como lo modernos no sirven mucho a la hora de formular predicciones. También adolecen de ignorar "las propuestas de la escuela austríaca"

Detengámonos en las diferencias que White encuentra entre el marco keynesiano y la teoría austríaca. Esta última "asigna una importancia crucial a la forma en que la creación de dinero y de crédito por parte del sistema financiero puede generar desequilibrios que, acumulados en el tiempo, terminan con la rentabilidad de las inversiones y finalmente hacen implosión en medio de alguna crisis económica".

Dice más adelante White que "el estímulo keynesiano por el lado de la demanda bien podría generar beneficios a corto plazo, pero en última instancia podría tener efectos perjudiciales si impide el necesario ajuste de la capacidad de producción".