Economía

Crecimiento y distribución

Rogelio Pontón

Muchos suponen que el crecimiento y la distribución son vías incompatibles, pero esa conclusión es, a nuestro juicio, errónea. El error nace de considerar a la economía como algo estático y no ver que los fenómenos económicos están insertos en el tiempo, y de no tener en cuenta la actuación del empresario.

Cuando en un país se registra una alta tasa de crecimiento, no todas las zonas ven mejorar su situación de igual manera: algunas crecen más y otras menos, y esto en un principio produce una 'peor distribución". Es lo que ha pasado en China en las últimas décadas, con un crecimiento del Producto Interno Bruto (PBI) de casi el 10 por ciento anual y un coeficiente de Corrado Gini que se ha desmejorado con el paso del tiempo pasando de un 25 por ciento a más del 45 ciento (recordemos que cuando el mencionado coeficiente aumenta, la distribución del ingreso es más inequitativa). De todas maneras, nadie puede negar que la población de China está hoy en una mejor situación que hace varias décadas. Lo que ha ocurrido es que algunas zonas o regiones de China crecieron mucho más rápidamente que otras, produciendo la peor distribución, pero no hay dudas que todas las regiones de ese país están hoy mejor que hace 30 o 40 años atrás. Recordemos que más del 50% de la población de China es urbana y que la peor situación se registra en las zonas rurales.

Algunos suponen que la 'aparente incompatibilidad' entre crecimiento y distribución se soluciona a través de los controles de precios y de la política fiscal y olvidan el mejor instrumento para lograr compatibilizar ambos objetivos: la actuación empresarial competitiva. Es la competencia la que mejora y equilibra la posición de todos los integrantes de una sociedad.

Lamentablemente, la teoría empresarial es prácticamente inexistente en los textos universitarios de economía. En esos textos abundan los capítulos dedicados a la política monetaria, fiscal y a otras funciones de los gobierno, pero muy poco se dice sobre la actuación del empresario, siendo éste precisamente el motor del sistema capitalista o de mercado. Probablemente, haya sido la concepción de la economía como estado de equilibrio permanente la que ha llevado a no prestarle atención a la actuación del empresario.

Ludwig von Mises y otros autores de la Escuela Austriaca (como Israel Kirzner) insisten en el papel del empresario como "arbitrista", destacando que siempre actúa en condiciones de radical incertidumbre y desequilibrio. En este aspecto hay que hacer notar la diferencia de la doctrina misiana con respecto a la de otro gran economista, nos referimos a Joseph Schumpeter. Este último, también de la tradición austriaca pero muy influenciado por la escuela walrasiana del equilibrio general, sostiene que en un mundo en equilibrio la actuación del empresario rompe, con sus innovaciones, dicho estado. Pasado el efecto de la innovación se vuelve nuevamente al equilibrio. Según Schumpeter, la gran función del empresario está en ser innovador. Por el contrario, para Mises el mundo está siempre en desequilibrio y es la actuación del empresario, arbitrando distintas posiciones temporales y espaciales con diferencias de precios, la que hace tender la economía hacia el equilibrio.

Los desequilibrios económicos entre las distintas regiones,   que mencionamos más arriba, son las oportunidades para la actuación empresarial siempre que no se produzcan interferencias estatales en los mercados. Si los mencionados desequilibrios se tratan de salvar a través de la manipulación de los precios (precios máximos y subsidios) se termina produciendo mayores desequilibrios.

Algunos economistas, como el Premio Nobel 2008, Paul Krugman, han sostenido, que la riqueza de las zonas o países ricos atraen mayores inversiones a los mismos, contrariando lo que sostenía la doctrina tradicional, es decir que la relación comercial se da entre ricos con ricos y no tanto entre ricos y pobres.

El Dr. Krugman ha realizado importantes estudios en los que se integran la teoría del comercio internacional y la geografía económica. Precisamente, el estudio compilado por el Prize Committee de la Royal Swedish Academy of Sciences para el otorgamiento del Premio se titula "Trade and Geography-Economies of Scale, Differentiated Products and Transport Costs". De todas maneras, permítasenos disentir con lo manifestado por él en el párrafo anterior.

Veamos primero lo que dice Krugman sobre el comercio internacional y la geografía. Él se hace algunos interrogantes sobre el comercio internacional como los siguientes: ¿Cómo nos afecta la globalización y el comercio internacional? ¿Por qué se producen las concentraciones de personas en las grandes ciudades mientras que las áreas rurales se despueblan?

La teoría del comercio internacional tuvo uno de sus primeros desarrollos en la obra de David Ricardo a principios del siglo XIX. Para este autor el comercio surge porque hay ventajas comparativas entre productos en los distintos países. En su ejemplo: Portugal era más eficiente que Inglaterra en producir tejidos y vinos. ¿Debía producir ambas cosas? Para Ricardo había diferencias tecnológicas entre ambos países y si para producir vinos Portugal era más eficiente que para producir tejidos, debería producir vinos y exportarlos a Inglaterra, e importar de este país tejidos.

La teoría de Ricardo tuvo otros desarrollos y su aceptación fue casi total hasta las décadas del 20 y 30 del siglo XX. Los economistas nórdicos Hechscher-Ohlin extendieron las ideas de Ricardo a países que difieren en cuanto a su provisión de factores de la producción. Algunos países tienen una abundancia relativa de mano de obra y otros tienen abundancia relativa de capital. Esto llevará a que unos exporten aquellos productos para los que tienen factores de la producción abundantes e importen aquellos productos para los que no tienen abundancia relativa de factores.

Hasta la mitad del siglo pasado, las teorías de Ricardo y de Hechscher-Ohlin explicaban la mayor parte del comercio internacional, pero en las últimas décadas lo que se ha desarrollado fue el comercio intra-industrial, particularmente entre países ricos que cuentan con parecidos factores productivos y tecnologías. Así, por ejemplo, Suecia exporta autos Volvo e importa autos BMW. Este tipo de comercio, aparentemente, no estaba contemplado en las teorías anteriores, por lo menos en la opinión de Krugman.

En realidad, creemos, que la mencionada interpretación adolece de un defecto que es el del 'literalismo', es decir interpretar muy literalmente lo que afirmaron los anteriores cultores de la teoría ricardiana y de Hechscher-Ohlin. En definitiva, lo que estos autores expresaron literalmente era que los países iban a exportar aquellos bienes para los cuales son más eficientes (para Suecia los autos Volvo) e importar aquellos para los que son menos eficientes (los autos BMW).

La mala interpretación nace de algo que no se le escapó a dos brillantes economistas, uno argentino, el Dr. Federico Pinedo, y el otro alemán, el profesor Wilhelm Röpke. Cuando este visitó la Argentina en 1960 dio varias conferencias en Buenos Aires y uno de sus presentadores fue el Dr. Pinedo. En resumen, ambos manifestaron que los que comercian no son las naciones sino las empresas. La empresa Volvo vende autos a Alemania porque ciudadanos alemanes prefieren ese tipo de auto, y viceversa con respecto a los BMW. Empresarios argentinos son eficientes en producir y exportar granos, aceites y harinas, pero también puede haber empresarios argentinos que son eficientes en producir computadoras o autos.

Unos 35 años atrás, Krugman introdujo lo que se llamó la 'nueva teoría del comercio internacional' que buscó entender por qué ocurría el comercio intra-industrial entre países provistos de los mismos recursos tecnológicos y de factores. Las dos asunciones fundamentales de esta nueva teoría fueron las siguientes:

a)             La producción en masa o a escala lleva a una baja en los costos de producción por unidad.

b)             Los consumidores aprecian la diversidad entre los distintos bienes.

Las mencionadas asunciones pueden explicar no solo el comercio exterior entre empresarios de países dotados de diferentes recursos y tecnología, sino también entre empresarios de países que tienen idéntico acceso a la tecnología y a los factores. Pero el que se haya desarrollado el mencionado comercio intra-industrial entre empresarios de países provistos de los mismos recursos tecnológicos y de factores, no implica que no se siga desarrollando el comercio entre empresarios de países y zonas ricas y países y de zonas pobres. Si no fuese así, ¿cómo explicar que los empresarios de un país como China hayan desalojado a los empresarios de Alemania del primer puesto como exportador siendo los consumidores de Estados Unidos unos de sus principales clientes? Y lo que es válido para el comercio se extiende al flujo de inversiones.

La actuación del empresario en un mercado libre y sin interferencias terminará nivelando las diferencias de precios y renta entre las distintas regiones del mundo y, por lo tanto, mejorando la distribución del ingreso entre las regiones y las naciones.

Un aspecto que hay que tener en cuenta es que la teoría ricardiana del comercio internacional fue siempre una teoría provisoria. En realidad, los flujos no tenían que ser exclusivamente de mercaderías sino también de factores productivos: trabajadores y capital. Como una serie de interferencias impedían el flujo de esos factores, Ricardo trabajó con un modelo más simple que es el comercio de mercaderías, teniendo en cuenta que el flujo de éstas era la cara visible del flujo invisible de los factores.

Así es como se desarrollaron algunos países y regiones del mundo. Así es como se desarrolló la República Argentina. En el siglo XIX era un país que solo contaba con un amplio territorio. Tenía muy poca población (apenas unos pocos millones de habitantes) y tampoco tenía capital. Pero sobre fines de ese siglo y principios del siglo XX, aumentó la migración de población desde los países europeos y a esta le siguió el flujo de capitales. Lamentablemente este flujo se detuvo hacia mitad del siglo pasado y el país perdió el rango que podría haber tenido a nivel mundial.

En las primeras décadas del siglo pasado nuestro país atrajo un flujo muy importante de inversiones. Según el distinguido historiador de la economía Roberto Cortés Conde, la tasa de inversión llegaba a niveles chinos. Era la relación entre países relativamente ricos, como Inglaterra, y países relativamente pobres como Argentina. En las últimas décadas volvió a registrarse lo mismo entre países como EE.UU., ricos, y países pobres como China.