Economía

Devaluación y proteccionismo


Los problemas monetarios, y en especial la devaluación de las monedas, llevan a las economías al proteccionismo. Lamentablemente, ese es el camino por el que nos dirigimos desde hace un tiempo.

A partir de 1971, año en que se eliminó la convertibilidad del dólar estadounidense con el oro, los tipos de cambio entre las distintas monedas comenzaron a fluctuar. En los primeros años, entre 1973 y 1975, los precios de las materias primas subieron y a raíz del aumento del petróleo (de u$s 3 a u$s 12 el barril, de aquel entonces), se incrementó el endeudamiento de las naciones. En los últimos diez años, la competencia de la economía china, con una moneda subvaluada, también implicó problemas en las principales naciones de Occidente. Las oscilaciones en el valor de las distintas monedas, especialmente el dólar y el euro, son, según un economista reconocido, el Premio Nobel Robert Mundell, la causa fundamental de los movimientos especulativos de capital y, como consecuencia, de las crisis. Pero el problema más serio que hay detrás de esta guerra de monedas es el proteccionismo, lo que implica un aislamiento de las naciones, tal como sucedió en los años '30 del siglo pasado.

Es sabido que el comercio libre entre las naciones es una de las principales razones para su crecimiento económico, pero también es cierto que los políticos en general creen que se debe proteger la industria y no solo la industria naciente. Y esa protección implica una autarquía económica del país. Existe una evidente contradicción en aquellos que deben dirigir los destinos de las naciones.

La autarquía económica se puede lograr a través del aumento de los aranceles a la importación, a través de cuotas de importación o exportación y, también, a través de devaluaciones de la moneda doméstica.

Un crítico brillante del proteccionismo, nos referimos a Frédéric Bastiat, economista francés de principios del siglo XIX, publicó algunos escritos cortos que son verdaderas obras maestras sobre este tema. Uno de esos escritos es la "Pétition des Fabricants de Chandelles, Bougies, Lampes, Chandeliers, Reverberes, Mouchettes,...." (Petición de los Fabricantes de Velas...) a los miembros de la Cámara de Diputado de su país. En ella les solicitan a los legisladores el cerrar todas las aberturas, ventanas, claraboyas, etc. ya que hay un competidor que los aniquila. Si no se cierran esas aberturas, sus fábricas tendrán que cerrar y despedir a sus trabajadores, y esto no para aquí sino que producirá un cierre en cadena de otras fábricas de insumos diversos con sus correspondientes despidos y desempleo.

¿Pero quién es el competidor que destruye todos nuestros negocios e incrementa el desempleo?

El gran competidor, que desde afuera arruina sus negocios, es el sol. Cuando leemos este escrito que tiene alrededor de 170 años notamos la gran actualidad de sus palabras. Brasil comenzó a devaluar su moneda y ello lleva a una disminución de sus importaciones desde nuestro país. La industria automotriz argentina que exporta la mitad de sus automóviles al país vecino, va a sufrir en carne propia lo que dijimos más arriba: a las devaluaciones sigue la autarquía.

Otro error que está detrás de los argumentos proteccionistas es el mirar las transacciones económicas con la visión del productor y olvidar al consumidor. Y aquí también Bastiat lo ha mostrado brillantemente contándonos la historia de Robinson Crusoe y de Viernes en una isla solitaria. El primero es proteccionista y el segundo librecambista. El cuento dice que Robinson estaba fabricándose una planchada (balsa) que le insumía una determinada cantidad de días de trabajo, pero cuando comenzaba su tarea, vio que la marejada había depositado una planchada en la costa. Era una feliz coincidencia, así lo veía Viernes, pero Robinson -que tuvo el mismo impulso inicial- se detuvo y razonó para sus adentros:

"Si recojo esta planchada, solamente me costará la molestia de llevarla, y el tiempo necesario para bajar y subir el acantilado. Pero si hago una planchada con el hacha, tendré, ante todo, quince días de ocupación. Después, el hacha se desafilará, lo cual me dará más ocupación para afilarla. Por último, se me agotarán las provisiones, lo cual será una tercera fuente de empleo para reponerlas. Pero como sucede que el trabajo es riqueza, es evidente que si recojo la planchada me arruinaría a mi mismo. Debo proteger mi trabajo personal, y ahora que lo pienso, hasta podría aumentar ese trabajo tirando la planchada de nuevo al mar" (esta historia esta reproducida del libro de W. M. Curtiss, "La protección arancelaria" , pág. 38).

Como dice Curtiss "la teoría correcta de los valores reconoce al consumidor como rey, como el guía de toda la producción...Las dos planchadas igualmente buenas que Crusoe consideraba, habrían tenido para él un mismo valor y habría elegido la que le costase menos tiempo y esfuerzos....El consumidor es, en realidad, el tribunal de apelación en última instancia dentro del mercado libre.

Él es el juez que condena o absuelve. Acepta o rechaza los bienes y servicios ofrecidos, teniendo en cuenta sus propios deseos, su poder adquisitivo y el surtido de productos disponibles. En ese momento, no le interesa en lo más mínimo el costo que la producción de esos bienes pueda haber representado para otro" (pág. 72).

Últimamente ha renacido el mencionado argumento proteccionista de una manera más sofisticada. Es el clamor en todos los ámbitos de agregar valor. ¿Por qué exportar poroto de soja sin triturar cuando lo podríamos industrializar domésticamente y los subproductos utilizarlos en la producción de otros alimentos como carnes, etc. agregando de esta manera valor?

¿Pero que es el valor agregado? Comencemos primero con el análisis del Producto Interno Bruto (PIB), que es el resultado del valor agregado por todos los sectores.

El PIB es la producción de bienes y servicios de demanda final en un año y para un determinado país. Existen tres enfoques para medir el PIB que arrojan el mismo resultado. "Dos de ellos se basan en los datos de la producción, y el tercero, en el hecho de que el valor de la producción se convierte totalmente en renta para alguien y utiliza las cifras de la renta para calcular la producción" (Joseph Stiglitz, Economía , Editorial Ariel, 1994).

El enfoque de los bienes finales : este enfoque suma el valor monetario total de los bienes y servicios producidos, clasificados en función de sus usuarios últimos. "Algunos bienes finales son consumidos por los individuos y es lo que se denomina consumo agregado (comprende todos los bienes de consumo, independientemente de donde se produzcan). Otros son utilizados por las empresa para construir edificios y fabricar máquinas y es lo que se denomina inversión agregada (de nuevo, comprende todos los bienes de inversión, independientemente de donde se produzcan). Otros son comprados por el Estado y es lo que se denomina gasto público. Por último, algunos bienes van al extranjero, al mismo tiempo algunos de los que consumimos, o en los que invertimos, o que son utilizados por el Estado, se importan de otros países. Por lo tanto, la cuarta categoría se conoce con el nombre de exportaciones netas y es la diferencia entre las exportaciones y las importaciones" (ibídem).

Si para cada destino, consumo, inversión y gasto le agregamos las exportaciones y le quitamos las importaciones, y los sumamos tenemos el PIB. En forma resumida tenemos la siguiente ecuación:

PIB = C + I + G + (X - M)

Donde C = consumo, I = inversión, G = gasto público, X = exportaciones y M = importaciones.

El enfoque del valor añadido : "El valor del PIB también puede calcularse estudiando directamente los bienes intermedios. La mayoría de los artículos se producen en varias fases. Consideremos el caso del automóvil. En una fase de su producción, se extrae mineral de hierro, carbón y caliza. En una segunda fase, se transportan estas materias primas a una acería. En una tercera fase, se busca una empresa siderúrgica que combine estos ingredientes para fabricar acero. Por último, el fabricante de automóviles reúne el acero y otros factores, como caucho y plástico, para fabricar un automóvil. La diferencia entre el valor de lo que paga el fabricante de automóviles por los bienes intermedios y el valor de lo que recibe por los automóviles acabados se denomina valor añadido de la empresa" (ibídem).

La suma del valor añadido de todas las empresas en el territorio nacional es igual al PIB.

El enfoque de la renta : "Las empresas hacen cinco cosas con sus ingresos: pagan el trabajo; pagan intereses, compran bienes intermedios; pagan impuestos indirectos, como los impuestos sobre consumos específicos; y lo que queda son los beneficios de los que disfrutan" (ibídem).

Ingresos = Salarios + Intereses pagados + Coste de los factores intermedios + Impuestos + Beneficios "Pero ya sabemos que el valor añadido de la empresa es su ingreso menos el coste de los bienes intermedios, por lo que Valor añadido = Salarios + Intereses pagados + Impuestos + Beneficios.

Y como el valor del PIB es igual a la suma del valor añadido de todas las empresas, el PIB también debe ser igual a la suma del valor de todos los salarios pagados, los intereses pagados, los impuestos y los beneficios de todas la empresas" (ibídem). PIB = Salarios + Intereses pagados + Impuestos + Beneficios

La suma de los intereses pagados más los beneficios es lo que se denomina renta del capital.

De lo anterior se puede deducir que la 'producción agregada es igual a la renta agregada'. El valor agregado está compuesto de las mencionadas rentas de los factores productivos.

El hecho de que una determinada producción tenga más valor agregado no implica, de por sí, que eso sea bueno o malo. En algunos casos, un mayor valor agregado por un mayor monto de impuestos no es bueno. Lo importante de una actividad es que sea eficiente. Exportar soja en grano a China puede ser o no eficiente y lo mismo pasa con producir carne usando subproductos de la soja.

Al argumento de valor agregado también le ha respondido brillantemente Bastiat en un corto escrito que publicó en 1845 que tituló "El ferrocarril negativo" . Vamos a reproducirlo en su totalidad:

"He dicho que cuando, por desgracia, uno atiende el interés del productor (y no el del consumidor) es imposible evitar ir contra el interés general, porque las reclamaciones del productor como tal son solo de trabajos, deseos y obstáculos.

"Encuentro un ejemplo notable de esto en un periódico de Burdeos.

"Mr. Simiot propone esta pregunta:

"¿Debería el propuesto ferrocarril de París a Madrid realizar una parada en Burdeos?

"Responde afirmativamente a la pregunta y da varias razones, no me voy a detener a examinar, salvo ésta:

"El ferrocarril de París a Bayona debería tener una parada en Burdeos, pues si los bienes y pasajeros se ven obligados a parar en ese pueblo, aumentarán los beneficios para barqueros, porteadores, comisionistas, hoteleros, etc.

"Aquí tenemos claramente el interés del trabajo puesto por delante del interés de los consumidores.

"Pero si Burdeos tiene un derecho a beneficiarse por una interrupción en la línea del ferrocarril y dicho interés es coherente con el interés público, entonces Angulema, Poitiers, Tours, Orleáns, no más (todos los lugares intermedios: Ruffec, Chaatellerault, etc.) deberían asimismo reclamar interrupciones por ser del interés general y, por supuesto, del interés de la industria nacional. Pues cuando más se multipliquen estas paradas en la línea, mayor será el aumento de consignaciones, comisiones, envíos, etc. a lo largo de toda la línea del ferrocarril.

"De esta forma, todos conseguiríamos tener una línea de ferrocarril compuesta de interrupciones sucesivas y podría llamarse un Ferrocarril Negativo.

"Que los proteccionistas digan lo que quieran, no es menos cierto que el principio de restricción es el mismísimo que el principio de las interrupciones: el sacrificio de los intereses de los consumidores por el del productor, en otras palabras, el sacrificio del fin a los medios".

Los sencillos argumentos que esgrimió Bastiat le parecerán infantiles a algunas personas y, probablemente, se inclinarán por otros argumentos matemáticos más sofisticados. Pero en realidad, aquellos argumentos, aparentemente tan simples, tienen un desarrollo lógico casi perfecto.