Economía

Distribución del Ingreso y Productividad

Rogelio Pontón

Hay países con muy buenos niveles de distribución de la renta, con coeficientes de Gini en niveles cercanos al 25% o menores, pero donde casi todos sus habitantes viven en los límites de la indigencia y la pobreza. Por otra parte, el crecimiento de la economía rara vez es parejo, crecen algunos sectores o regiones y no otros, y es probable que en un comienzo se incremente la desigualdad, es decir que aumente el índice de Gini. Esto es evidente en un país como China que viene registrando tasas de crecimiento cercanas al 10% desde hace veinte años y donde, a su vez, se ha incrementado el índice de Gini, es decir la desigualdad. Hoy asciende a 45% y suponemos que estaría en el orden del 25% hace treinta años.

Ante esta realidad, ¿hay que volver a los tiempos pasados de menor desigualdad pero también de mayor pobreza? Creemos que sería un gran error. ¿Pero de qué depende el aumento del empleo y del salario real de los trabajadores?

El crecimiento económico, el aumento del empleo y el aumento del salario real de los trabajadores depende de una vieja ley de la economía llamada de ‘los rendimientos decrecientes’ o, más modernamente: «ley de las proporciones variables».

La mencionada ley se llama así pues la relación (proporción) de los dos o más factores productivos no es fija sino variable. Por ejemplo: supongamos que varía la cantidad de mano de obra y permanece constante el factor capital, o varía en menor proporción.

Cuando la proporción en el uso de los dos factores se altera agregando más unidades del factor variable (supongamos la mano de obra) a un factor fijo (supongamos el capital), aumenta el producto marginal de la mano de obra hasta un punto máximo (etapa de los rendimientos crecientes). A partir de ese punto, si seguimos agregando más unidades de mano de obra, su producto marginal disminuye (etapa de los rendimientos decrecientes) y se hace cero (0) cuando ya no hay rendimientos positivos.

La mencionada ley no depende de la experiencia sino que es axiomática y de cumplimiento inexorable en cualquier lugar y tiempo como lo puede ser el teorema de Pitágoras. Es cierto que algunos economistas han objetado el análisis del producto marginal en razón a la llamada ‘readopción de técnicas’, pero como dice el premio Nobel John Hicks, ‘la readopción de técnicas ocurre en el filo de las cosas que pueden ocurrir’, por lo que no es este el lugar para su análisis.

De la misma manera que se consideró variable la mano de obra y fijo el capital, se podría suponer lo inverso: que el capital es variable y la mano de obra fija (en la obra de Milton Friedman, «Teoría de Precios», se puede ver la gráfica que muestra la mencionada relación. La gráfica se divide en tres sectores: en el primero, la productividad marginal de la mano de obra es positiva mientras que la del capital es negativa. En el segundo sector ambas productividades son decrecientes pero no negativas y en el tercer sector la productividad marginal del capital es positiva y la de la mano de obra negativa. Lógicamente, el empresario se sitúa en el segundo sector donde ninguna de las productividades marginales es negativa aunque son decreciente.

Si valorizamos el producto marginal de la mano de obra obtenemos la curva de valor del producto marginal decreciente. Un trazo horizontal del salario del trabajador se corta en un determinado punto con la curva descendente del valor del producto marginal y hasta ese punto se ocupa mano de obra.

Si la curva horizontal que representa el salario se incrementa, baja la ocupación. Para que haya más salario sin disminuir la ocupación se debe agregar más factor fijo, en el ejemplo, más capital.

La conclusión es obvia: solo se puede incrementar el salario si se incorpora más capital.

Aquí se presenta otro interrogante: ¿de dónde sale el capital para mejorar los salarios de los trabajadores? Solo del ahorro interno o externo.

La diferencia entre el salario de un trabajador en EE.UU. con el de un trabajador en un país africano radica en que al lado de cada trabajador estadounidense hay un monto de capital, traducido en máquinas, herramientas o materias primas muy superior. En el primer país, hay empresas del rubro químico donde al lado de cada trabajador hay instalaciones, maquinarias, herramientas y materias primas, es decir capital no humano, valuados en millones de dólares. Lo misma cabe decir del capital humano, es decir inversiones en oficios, formación profesional, organización, etc.

La única forma de aumentar el salario y mejorar el nivel de vida de los trabajadores es con la incorporación de capital, lo que permite un mayor rendimiento per cápita. Los demás intentos de mejores salarios y distribución de los ingresos que habitualmente se mencionan no son más que ‘buenos deseos’ que no tienen ninguna base científica.

Con respecto a la generación de ahorro, sólo es factible con estabilidad monetaria. Sin ésta es imposible que la sociedad ahorre. Lo más probable es que los ahorros fluyan hacia una moneda extranjera más estable o hacia el exterior. Cabe preguntarse por la razón que explica la gran fuga de activos hacia el exterior que ha tenido nuestro país y no hay duda que radica en la inestabilidad de nuestra moneda. La inflación percute sobre el ahorro y la no formación de ahorro percute sobre la capitalización de nuestro país.

En una conferencia del distinguido historiador Roberto Cortés Conde, hace un tiempo atrás, se mostraba gráficamente que el gran crecimiento registrado por nuestro país entre 1875 y 1912, a una tasa de casi 5% anual promedio en el producto per cápita de sus habitantes, se debió a la altísima tasa de inversión, de alrededor del 45% sobre el PBI, tasa muy semejante a la registrada por China en las últimas décadas.

Dudamos de que haya un ser humano que no crea en que hay que mejorar el nivel de vida de las clases más necesitadas, lo que si es objeto de posturas diferentes son las metodologías para lograr dicha mejora. De todas maneras, un principio básico afirmado por la ciencia es que no puede lograrse la misma si no hay mayor productividad.