Economía

Para Pontón, un creyente de la verdad

M.Sc. Rafael E. Beltramino

M.Sc. Rafael E. Beltramino, Secretario Financiero de UCEL (Universidad del Centro Educativo Latinoamericano)

En primer lugar, quiero agradecer a la Bolsa de Comercio de Rosario por invitarme a publicar este artículo en memoria de Rogelio Pontón.

Como todos los que lo conocieron saben, pocos temas eran ajenos a la curiosidad intelectual de Rogelio, pero quiero concentrarme en un punto que me parece de especial relevancia, cual es la relación, o falta de la misma, entre religión y ciencia.

Me parece importante aclarar que los conflictos graves que han existido han sido siempre entre las religiones organizadas, institucionales y algunos científicos.  

Me parece claro que, en general, cualquier religión organizada se basa en alguna clase de revelación divina hecha a algún individuo o grupo de individuos. Parece, por lo tanto, inevitable el conflicto con una actividad que, si bien tiene como norte o como ideal regulativo que guía su busca interminable la verdad, nunca presume de haberla alcanzado de manera definitiva.

Pero permítaseme también aclarar que los conflictos han ocurrido no sólo con científicos, sino con disidentes en general y que esos conflictos son debido a los peligrosos acercamientos del pensamiento religioso al poder terrenal.

En general, cualquier pensamiento religioso deviene rápidamente en autoritario si se acerca al poder temporal. La historia parece mostrar claramente ese sesgo; por ejemplo, en las más diversas formas del cristianismo. Aunque también es necesario aclarar que el pensamiento occidental, en la tradición judeo-cristiana, ha preservado a nuestra civilización de los despotismos orientales, ya que los monarcas terrenales en Occidente se declararon reyes por gracia divina, pero ninguno, como en Oriente, se declaró Dios encarnado.

Era inevitable que ante una Iglesia con poder temporal, los científicos no pudiesen libremente cuestionar los artículos de fe, cosa que raramente hacían, ni sus consecuencias temporales, cosa que hacían mucho más frecuentemente.

En uno de los primeros y más interesantes ámbitos en que este conflicto se plantea es en la Hermenéutica Bíblica, es decir en la interpretación de los textos sagrados del cristianismo. Rogelio siempre hacía hincapié en este punto y en como la exégesis bíblica fue evolucionando y encontrando respuestas que remarcaban la compatibilidad con los descubrimientos científicos.

Está claro que una interpretación literal es absolutamente contraria a los más elementales descubrimientos de la ciencia, pero también una interpretación literal implicaría una rigidez inadmisible en los textos sagrados, ya que desconocería, desde el punto de vista religioso, su carácter de mensaje no sólo para las pasadas generaciones humanas, sino también para las actuales y para las futuras.

Pero una vez señalada esta fuente institucional de conflictos que, repito está fundamentalmente dada por el acercamiento de una iglesia determinada al poder temporal, voy a dedicarme a un punto tal vez menos transitado y es la inexistencia de conflicto alguno entre un sentido trascendente de la vida, llamémoslo religiosidad, y la tarea científica.

La tarea científica requiere inevitablemente de compromisos metafísicos previos a la misma, o, al decir de Mario Augusto Bunge, “de un contexto filosófico”.

Dicho contexto filosófico tiene tres aspectos fundamentales, uno ontológico, uno gnoseológico y uno ético. El primero radica en la creencia que el mundo exterior existe, y que no es una creación de nuestra imaginación. El segundo implica que es cognoscible, sino en todo y perfectamente, aunque sea en parte e imperfectamente, a los tumbos, casi tanteando en la oscuridad de nuestra ignorancia y nuestras limitaciones. El tercero significa que es una actividad que tiene como ideal regulativo al menos, la busca de la verdad.

Pero esto puede y, de hecho, ha sido interpretado así por científicos tan eminentes como Galileo Galilei, como intentar estudiar la obra de un Dios creador. La metáfora de Galileo sigue siendo interesante, el mundo sigue siendo un libro escrito por Dios con caracteres matemáticos.

Se me podrá objetar que de ninguna manera es ésa la única interpretación y, por supuesto, es así. Mi punto es que no es una interpretación imposible ni mucho menos, depende de una concepción metafísica previa a la ciencia, a cualquier ciencia.

Tal vez la mejor síntesis es la que hizo el hoy Papa Emérito Benedicto XVI en su célebre discurso en el Encuentro por la Paz en Asís en 2011. Luego de reconocer explícitamente que en nombre de la fe cristiana y de otras religiones (el encuentro de Asís es un encuentro interreligioso) se ha recurrido a la violencia y de aclarar que éste es un uso abusivo de la religión que desvirtúa su propia naturaleza; luego de condenar el ateísmo, tanto el impuesto desde el Estado como el generado por la adoración del tener y del poder, Benedicto hace una distinción luminosa: la de los peregrinos de la verdad.

Creo que en esta categoría, debe incluirse a la mayoría de los científicos no creyentes, que hacen preguntas, que buscan al verdadero Dios a veces oculto por las instituciones religiosas. Y si no logran encontrarlo, también depende de la imagen reducida o deformada de Dios que tenemos los creyentes.

Termino este breve escrito esperando que no le hubiese disgustado tanto a “ my revered teacher ” [mi venerado maestro], usando la expresión que Hayek usó para con el suyo, Friedrich Von Wieser. Rogelio fue y es mi maestro, pero, ante todo, un hombre creyente de la verdad.