Economía

Teorías económicas en pugna


Toda ciencia avanza debido al enfrentamiento de distintas teorías. Lo mismo ocurre con la ciencia económica y es esa la razón por la que no hay que preocuparse cuando vemos teorías económicas en pugna. El que ocurra esto es bueno para el desarrollo científico. El famoso epistemólogo Sir Karl Popper sostuvo que el conocimiento científico es intrínsecamente falible y que en lugar de intentar probar que estamos en lo cierto, debemos buscar dónde nos estamos equivocando, y para eso sirve la competencia entre las distintas teorías.

Milton Friedman, en su discurso por el otorgamiento del Premio Nobel de economía en 1976, abordó la relación desempleo e inflación y mostró que un incremento de la tasa de inflación, si bien reducía el desempleo (como sostenía la llamada curva Phillips), solo lo hacía en el corto plazo, pero posteriormente la tasa de desocupación volvía a su nivel anterior (tasa de desempleo estructural) dado que la gente actuaba racionalmente y acomodaba sus expectativas. A partir de allí, la curva Phillips pasó a ser una curva aceleracionista y vertical, y la política monetaria expansiva solo producía en el largo plazo mayor inflación sin mejorar la situación del empleo.

La teoría desarrollada por Friedman dio lugar a una nueva Escuela llamada de las Expectativas Racionales, que con el premio Nobel Robert Lucas y otros economistas trató de mostrar la poca efectividad de la política monetaria para disminuir la tasa de desempleo y de esta manera desarrollaron lo que se llama teoría real del ciclo. Como vamos a ver, esta teoría de Lucas está en pugna con la teoría del ciclo desarrollada por la Escuela Austríaca de economía.

En los años ’20 los economistas austríacos (Mises y Hayek, fundamentalmente) mostraron que la inflación, al distorsionar los precios relativos de la economía, y al ser los precios señales que informan a la estructura productiva, también distorsionan ésta y terminan produciendo el llamado ciclo de los negocios, con sus booms y sus crisis.

La teoría austríaca del ciclo era famosa por aquellos años. Como lo dice un autor keynesiano, Fausto Vicarelli, en su obra «Keynes y la inestabilidad del capitalismo» , el mayor contrincante de Keynes fue el economista Hayek. Es por ese motivo que Lionel Robbins, con una cátedra en la London School of Economics, llevó a Hayek a Londres para desarrollar una serie de conferencias y enfrentarlo a Keynes. Se asistió así a la famosa polémica en el año 1932 que en uno de sus últimos artículos antes de fallecer recuerda el también Premio Nobel Paul Samuelson.

En la teoría austríaca del ciclo, la inflación, que se generaba en el boom, llevaba a una distorsión de los precios y señales que afectaban la estructura productiva. El auge, con sus distorsiones, no podía seguir mucho tiempo y solamente podía continuar si se inyectaba moneda a un ritmo creciente, produciendo cada vez más distorsiones.

Por distintas razones sobre las cuales no podemos explayarnos, la teoría austriaca de Mises-Hayek que competía con la teoría de Keynes, prácticamente desapareció de los claustros universitarios hasta reaparecer cuarenta años después. Recién cuando se produjo el fenómeno de la stagflation (inflación con desempleo) en los años ’70, el mundo académico recordó la pequeña obra de Hayek «Precios y Producción» (1931) y el economista recibió el Premio Nobel (1974). El director del Comité del otorgamiento del Premio dice en la obra «Una mente brillante », que trata de la vida del también Premio Nobel de economía, John Nash, que el otorgamiento de los mencionados premios a Hayek y a Nash fueron sus tareas más difíciles.

Treinta y cinco años después, y en medio de una crisis mundial, las teorías económicas siguen en pugna y a este respecto es bueno recordar lo que dice un gran economista. Nos referimos a William White, que fuera economista jefe del Banco de Pagos y Reparaciones de Basilea y cuyo artículo publicado en F&D Finanzas y Desarrollo y titulado «La macroeconomía moderna en el rumbo equivocado », FMI, dic. 2009, citáramos en un Semanario anterior.

El artículo de White muestra, ante la crisis 2008- 2009, que las teorías macroeconómicas vigentes no dieron una clara interpretación de los sucesos. La razón fundamental radica en que «el paradigma macroeconómico dominante no contemplaba una crisis como la actual». Es por esta razón que sostiene que es importante una reevaluación del mencionado paradigma. Para él, desde los años ’30, las teorías macroeconómicas dominantes fueron: a) la revolución keynesiana, b) las escuelas neoclásicas (representada por la teoría de las expectativas racionales) y c) la teoría neokeynesiana.

Dice White que «quizá el mayor logro de la revolución iniciada por John Maynard Keynes haya sido brindar un modelo de equilibrio general, capaz de explicar la determinación simultánea del producto, las tasas de interés y (más tarde) los precios y la inflación (es lo que comúnmente se conoce como modelo IS-LM), conforme al supuesto de que los salarios reaccionaban lentamente a los cambios de otras variables económicas. Los grandes modelos estimados empíricamente hicieron más concreto el modelo keynesiano, pero lamentablemente en la mayoría de ellos las expectativas, un elemento crucial para Keynes, se trataban de forma rudimentaria. Tampoco parecía haber una justificación teórica suficiente para suponer que los salarios y los precios reaccionaban lentamente a los shocks del sistema económico».

Es por las mencionadas razones que White supone que surgieron entonces los modelos neoclásicos, «que eliminaban los supuestos de rigidez (como la de precios y salarios) y postulaban que todos los agentes económicos formaban expectativas racionales acerca del futuro y luego actuaban racionalmente para maximizar sus beneficios. Los modelos neokeynesianos posteriores diferían de los neoclásicos básicamente en que reintroducían la rigidez de salarios y precios supuesta por Keynes».

White sigue manifestando que la reciente crisis «ha demostrado que los modelos basados en el supuesto de las expectativas racionales son inadecuados ». El rápido aumento de los precios y su posterior derrumbe es incompatible con un proceso racional, «especialmente cuando las expectativas parecían basarse en una simple extrapolación de acontecimientos pasados».

El supuesto de que los precios se ajustan rápidamente restableciendo la igualdad entre oferta y demanda parecía cada vez más incongruente con la realidad, y esto especialmente en el mercado laboral, lo que se manifestaba con altas tasas de desempleo.

La crítica de White no se limita a los modelos neoclásicos de las expectativas racionales, sino que se extiende a los modelos neokeynesianos. Estos no han servido para pronosticar los puntos de inflexión del ciclo económico. No han tenido en cuenta las recomendaciones del propio Keynes quién, dada la complejidad de la economía, sostenía claramente que «el futuro es incierto» (este tema está muy bien analizado en el reciente libro de Robert Skidelsky, «El regreso de Keynes» ).

Ante la incertidumbre del futuro el ser humano «tiende a guiarse en gran parte por mecanismos heurísticos e impulsos emocionales», los que Keynes llamaba ‘espíritus animales’ . Este comportamiento da lugar a cambios bruscos y de ahí que no sea posible estimar dicho futuro según el promedio de las observaciones pasadas.

Según White, a pesar de brindar un marco teórico útil para describir como funciona el mundo, tanto los modelos keynesianos tradicionales como lo modernos no sirven de mucho a la hora de formular predicciones. Una falla que el autor encuentra en estos modelos es ignorar otros aportes, especialmente la concepción de la teoría austríaca del ciclo.

Detengámonos en las diferencias que White encuentra entre el marco keynesiano y la teoría austríaca. Esta última «asigna una importancia crucial a la forma en que la creación de dinero y de crédito por parte del sistema financiero puede generar desequilibrios que, acumulados en el tiempo, terminan con la rentabilidad de las inversiones y finalmente hacen implosión en medio de alguna crisis económica».

Como expresamos más arriba, la ciencia avanza cuando las distintas teorías difieren y están en pugna: keynesianos y monetaristas, neoclásicos y austríacos y otras tendencias, sus distintas interpretaciones enriquecen el mundo de la ciencia económica. Y para aquellos que creen que esos aportes pueden ser importantes para la teoría pero no para la economía real, recordemos lo que decía el mismo Lord Keynes, de gran experiencia en el mundo bursátil, que detrás de toda política concreta vive la teoría de algún economista fallecido.