Economía

¿Crecimiento o inflación?


Algunos creen que ambos fenómenos están correlacionados en forma positiva, es decir que a mayor crecimiento mayor inflación, o a menor inflación menor crecimiento.

Una idea similar estaba implícita en la llamada curva Phillips de fines de los años ‘50. Según el autor australiano, que le dio nombre, la inflación y el desempleo están en contraposición (en realidad, Phillips contrapuso en un comienzo la tasa de incremento de los salarios nominales con el desempleo. Posteriormente, se pasó a la relación inflación versus desempleo).

Las estadísticas utilizadas en un comienzo parecían confirmar la curva Phillips pero, posteriormente, hacia los años ’70, los números empezaron a contradecirla mostrando una correlación negativa entre ambas variables, fenómeno que fue denominado stagflation (estancamiento con inflación).

Un aspecto importante que nos enseña la metodología de las ciencias es que todo análisis debe partir de un modelo teórico que posteriormente debe falsarse con los datos estadísticos, aunque en muchos casos esto último es muy difícil ya que se trata de datos históricos. La curva Phillips, por el contrario, no se elaboró en base a un determinado modelo sino que es meramente empírica. La deducción de la curva resulta de los datos estadísticos, pero no hay una explicación de por qué ello ocurre.

En uno de sus últimos trabajos titulado «El fin de la era keynesiana» (1976), el economista francés Jacques Rueff dice en una nota que la llamada curva Phillips no tiene ningún basamento teórico. Es interesante citar a Rueff pues es uno de los economistas a quien más le preocupó el tema metodológico, escribiendo a este respecto una obra pionera titulada «Des sciences physiques aux sciences morales» (1922) y, también, recordar que ya en 1925 y 1930, en sendos artículos, había establecido una curva que correlacionaba positivamente el aumento del salario real (más allá del incremento de la productividad) con la tasa de desocupación y esas curvas sí tenían una justificación teórica. Claro que en los años veinte, estábamos con deflación o estabilidad. En los años ’70, en un mundo inflacionario, mostró una correlación positiva entre el salario real y la desocupación.

Cuando el distinguido Premio Nobel, Milton Friedman, quiso fundamentar teóricamente una especie de curva Phillips (en realidad, en base a una curva desarrollada por Irving Fisher), ésta se convirtió en una curva vertical aceleracionista. El aumento de la inflación, lejos de disminuir la tasa de desocupación, lo único que lograba era acelerarse a sí misma. De los trabajos de Friedman, una serie de economistas (como Robert Lucas y otros) dedujeron la teoría de las expectativas racionales.

El sostener que la tasa de inflación es producto del crecimiento, como lo hacen algunos, es poner el caballo detrás del carro. El incremento de la inflación lleva a la distorsión del sistema de precios relativos, y estos como señales que son, distorsionan la estructura de la producción. Algunas actividades crecen desproporcionadamente mientras otras no crecen. Por otra parte, esas actividades que crecen, lo seguirán haciendo siempre que la inflación se acelere. Cuando esa inflación deje de acelerarse o disminuya, aquellas actividades que crecieron desordenadamente, comenzarán a caer.

Siempre debemos recordar la expresión de Friedrich Hayek: «la inflación es como un tigre que tenemos tomado de la cola. Si el tigre se hecha a correr cada vez más rápido, nos termina matando. Si se para de golpe, nos come».