Economía

Indicadores estacionales de la faena bovina y su impacto sobre los precios de la carne


La actividad pecuaria está atada a variaciones estacionales relacionadas, desde el lado de la producción, a variables climáticas que inciden sobre la disponibilidad de pasturas de calidad y el engorde potencial por temporada. Estos movimientos estacionales impactan a priori sobre los precios del bien final (la carne), con lo cual estimar indicadores que permitan cuantificar su efecto resulta fundamental para estudiar la evolución de las cotizaciones en el tiempo.

En primer lugar, cabe advertir que los movimientos de precios a lo largo del tiempo están compuestos por cuatro elementos que interactúan. Ellos son los movimientos tendenciales a largo plazo, las variaciones cíclicas, el componente estacional y los factores aleatorios. Una vez que cada uno de ellos ha sido identificado y cuantificado, pueden conjugarse los cuatro para proyectar movimientos futuros de precios.

En el presente artículo nos abocaremos fundamentalmente al componente estacional que muestra la producción de carne bovina, medida a través de la cantidad de hacienda faenada al mes. Dado que tanto la disponibilidad de hacienda como el consumo tienen cimas y valles a lo largo de un año, puede asumirse que ello se traslada a la producción de carne y elaborar la hipótesis que la faena mostrará alzas y bajas a lo largo del tiempo.

Para medir las variaciones estacionales a lo largo del año, uno de los métodos analíticos más apropiados es el cálculo de indicadores mediante la media móvil a doce meses. Con el fin de obtener esta información, se tomaron en este caso los datos de faena mensual total país desde enero de 2002 a diciembre de 2010, obteniendo así un ciclo completo.

El cuadro 1 recoge los indicadores estacionales calculados mediante el método citado. Debe interpretarse la faena promedio anual como el 100%, por lo que, por ejemplo, un indicador estacional de 92% para el mes de enero, indicaría que ésta cae un 8% en ese mes en relación al promedio que mantendrá durante el año. El indicador del 105% para el mes de julio indica que durante ese mes, la cantidad de cabezas faenadas suele aumentar un 5% en relación al promedio anual.

A partir del análisis del cuadro, puede obtenerse información muy valiosa para comprender y analizar el mercado pecuario en nuestro país. La cantidad total de cabezas faenadas presenta un patrón estacional definido, según el cual aumenta al comenzar el invierno hasta llegar a un máximo en el mes de octubre, a partir del cual comienza a reducirse aunque se mantiene por encima del promedio hasta el mes de enero inclusive.

En febrero/marzo la producción de carne en el país toca un mínimo, para a partir de allí comenzar a recuperarse aunque queda por debajo del promedio anual hasta que con el comienzo de la temporada más fría vuelve a favorecerse la faena de animales (en el mes de julio), y así sucesivamente.

En resumen, el segundo semestre del año evidencia la mayor faena gracias a la suba estacional que facilita la disponibilidad de hacienda que aporta el feedlot y el sostén que brinda la demanda de carne. El gráfico 1 permite visualizar lo comentado hasta aquí.

Según el análisis precedente sería de esperar entonces que las tensiones en los precios de la carne, relajadas en los últimos meses ante los aumentos estacionales de producción y la renuencia de los consumidores a convalidar mayores precios, se reaviven finalizada la época estival ante la menor oferta de carne que ceteris paribus es posible prever.

Sin embargo, para el 2012 se avizora un escenario de mayor incertidumbre ante las turbulencias económicas internacionales, que hoy tienen su epicentro en los problemas de deuda de la Eurozona pero que ya hacen temer un efecto contagio al resto del mundo. Por su impacto sobre la actividad agropecuaria de nuestro país, los ojos están puestos especialmente en lo que suceda con Estados Unidos y China, donde se han encendido algunas luces de alerta en el último tiempo.

A pesar que nuestro país ha quedado parcialmente al margen de los mercados internacionales de capitales luego del default declarado en el 2002, el comercio internacional es el talón de Aquiles para el contagio de los problemas externos. Si bien el comercio exterior, merced a las últimas políticas tomadas por el Estado, tiene menos gravitación sobre la actividad ganadera local, una desaceleración de la demanda internacional de nuestros productos primarios es susceptible de generar una contracción en la economía local, y ello sí podría acabar por repercutir sobre el sector limitando las potenciales subas de precios.