Economía

Coherencia, integridada y unidad. La Economía y Rogelio T. Pontón

Mg. Diego N. Marcos

Es un honor compartir algunas ideas para recordar a nuestro maestro y amigo en este semanario de la BCR. Elegí tratar el tema de la unidad en la ciencia económica pues Rogelio T. Pontón asignaba a esta cuestión un carácter altamente relevante.

Hace tiempo ya que los economistas parecemos estar discutiendo sobre quásares en el universo lejano. Esto nos aleja de los problemas reales y puntuales del día a día y, además, nos pone en zona de riesgo de discutir cuestiones nihilistas, dejando de lado las medulares y esenciales en la vida del ser humano.

La Ciencia Económica podría contener tres campos que la constituyen (Schumpeter, Historia del Análisis Económico , 1954). El primero sería la Historia Económica, la que “desemboca en los hechos de hoy día y los incluye”. El segundo es la Estadística, que la “necesitamos no sólo para explicar las cosas, sino también para saber con precisión qué es lo que hay que explicar”. Y finalmente tenemos la Teoría como tercer campo fundamental (entendiendo teorías como “hipótesis explicativas”). Al decir de la Sra. Robinson: “la teoría económica es una caja de herramientas”. Debe notarse que todo lo tratado en este párrafo versa sobre el diagnóstico de la acción humana y nunca sobre el pronóstico.

Hecha esta breve introducción sobre el tema de la teoría económica y su unidad nos viene a la mente lo que Rogelio decía y escribía sobre el tema, resumiéndolo como “ unidad en la ciencia económica”. Siempre nos recordaba que no fue hasta la antepenúltima década del siglo XIX que se aunaron criterios explicativos sobre el valor de cambio de los bienes. Básicamente fue entonces cuando se incorporó y generalizó la Teoría de la Utilidad Marginal, con basamento subjetivo, en la ciencia económica. Con esta teoría se explicó el valor de cambio de los bienes (tanto los de consumo como los de capital) y también la de la distribución. Rogelio se encargaba siempre de recordarnos que también la moneda era un bien al que se le aplicaba la misma ley de la Utilidad Marginal Decreciente.

Aquellas escuelas del pensamiento económico que deben recurrir a diferentes teorías para explicar el valor de los diferentes bienes (de consumo, de capital, etc.) pierden coherencia e integridad. Esto está basado en el principio de Ockham de “no crear entes innecesarios” o de optar siempre por “la explicación más simple, en iguales circunstancias y condiciones, pues suele ser la correcta”.

Aún hoy nos enfrentamos al problema que, cuando conversamos con un economista nos preguntamos: ¿qué entenderá como ciencia económica? Están aquellos que entienden la economía como un campo de batallas de la lucha de clases, de la distribución, o, la muy generalizada definición de los recursos escasos, etc. Por otro lado, estamos los que creemos que la ciencia económica es propiamente la acción humana (luego de L. von Mises, 1949, con su libro homónimo). Es decir que es praxeología.

En idéntico sentido dice el Profesor Julio H. G. Olivera ( Economía Clásica Actual , 1977) que: “El fundador de la ‘escuela de Cambridge’, Alfred Marshall, definió la economía como el estudio de la humanidad en el comercio ordinario de la vida”.

El axioma que no puede no ser cierto en la vida del hombre es el que dice que el ser humano trata de pasar de una situación menos favorable a una más favorable. Es desde allí que se deducen los teoremas más relevantes de la teoría económica (que luego observamos en la dinámica de los mercados del día a día). Entre estos teoremas encontramos a la Teoría de la Utilidad Marginal en primera fila para luego permitirnos explicar el valor de cambio de los bienes.

La catalaxia es el estudio de los fenómenos del mercado. Es allí donde se aplican las leyes praxeológicas de la acción del hombre. En la catalaxia encontramos los precios bajo la Teoría de la Utilidad Marginal.

Se parte de un axioma que no puede no ser cierto. Se deducen leyes generales. Se aplican y contrastan en el comercio ordinario de la vida, en el mercado, reforzando el axioma inicial. Vemos que la coherencia en estas definiciones son tales que pueden sonar casi hasta redundantes.

Como decíamos al inicio, la economía hoy está llena de discusiones en puntos distantes de lo esencial y, por lo tanto, va tendiendo al fraccionamiento del cuerpo teórico integral, otrora unido.

La relación de la matemática y la economía es un ejemplo de esta “balcanización” de la economía, como le gustaba decir a Rogelio sobre el asunto. Grandes cerebros se aplican a desarrollar modelos altamente sofisticados en una matemática impresionante pero en sentido contrario tenemos el caso de dos mentes inconmensurables de nuestra ciencia, Olivera y Mises. Olivera es conocido por estudiar y utilizar la matemática más avanzada y, sin embargo, sus papers suelen ser sobre temas medulares del conocimiento utilizando la matemática en justa medida. Mises, aunque viniendo de una familia a la que la matemática no le era ajena en lo más mínimo, no la utilizaba prácticamente. Ambas mentes extraordinarias, fuera de lo común, nunca perdían de vista el punto concéntrico de la discusión a partir del cual, luego, se despliegan los ítems secundarios.

Otro ejemplo para ilustrar que una economía teórica “balcanizada” posee implicancias prácticas de relevancia: discutimos sobre el proceso para obtener una DJAI (declaración jurada anticipada de importación) o sobre el impacto de las medidas del comercio intrafirma sobre el mercado cambiario y el balance del Banco Central y ya vamos lentamente olvidando que “el comercio es una ruta de doble sentido”, que “para exportar, hay que importar”.   Y que solamente más integración global trae un desarrollo pacífico y duradero al mundo entero. La cerrazón de los países siempre tiene consecuencias negativas a lo largo del tiempo, según ha mostrado la historia. Ni hablar por supuesto de la sustentabilidad y la ecología en el contexto de la generación de riqueza y comercio.

Otro ejemplo: parece que toda esta cuestión que hemos olvidado nos manda a que nos concentremos en discutir las tendencias en las monedas y los commodities, dejando absolutamente de lado el papel del orden monetario global, el valor del dólar y, ya por último, la concepción de la moneda y del ahorro que el mundo actual tiene y enseña. Presento una vez más la idea de dos economistas conversando por primera vez y uno pensando del otro: ¿Qué entenderá que es la economía? ¿Qué entenderá que es la moneda? ¿Le preocupará la trasmisión de la teoría “maradoniana” de la tasa de interés o el papel de los gobiernos nacionales en los bancos centrales del mundo?; etc.

Concluyo estos comentarios recordando que para mí siempre resultó lógico todo el planteo teológico, filosófico, económico, etc. de Rogelio y con ello su incesante pedido de volver a discutir los fundamentos últimos de la acción humana, concentrándonos en los conceptos básicos. Todos aquellos que lo conocimos sabemos que coqueteaba con toda idea que anduviera dando vueltas, y hasta las podía sostener un tiempo, hasta que retomaba la cuestión más sólida, medular y sencilla para explicar los hechos económicos. Así las cosas, aceptando sus posiciones algunas veces hasta contradictorias (que algunas veces eran como role playing caseros para ejemplificar una postura), creo que debe resaltarse la coherencia, integridad y unidad en pensamiento de Rogelio. Estos son atributos que siempre le recordaré.