Economía

La importancia del ahorro: el caso chino

Rogelio Pontón

Los economistas de hace 100 años atrás sostenían que el ahorro, como acumulación de capital, era una pieza fundamental en el crecimiento de las naciones. Posteriormente se vio cuanta importancia tenía también la tecnología. Una mayor cantidad de capital per cápita y más y mejor tecnología implicaban una mayor productividad, un mayor salario real y una mayor generación de ahorro. Era fundamental, en este esquema, la estabilidad de la moneda y una paulatina apertura comercial.

 Sin embargo, las cosas cambiaron a partir de John Maynard Keynes. No existen dudas que la ciencia económica del siglo veinte, influida en gran medida por el pensamiento de este gran economista, se enriqueció en el análisis, pero muchas veces sus lecciones tomadas al pie de la letra, pueden ser negativas. Como dijo el economista alemán Wilhelm Röpke, «la ciencia económica se hizo más rica pero los pueblos se hicieron más pobres».

 El pensamiento de Keynes se formuló en los años ’30, una época de fuerte crisis del capitalismo. El altísimo desempleo de la mano de obra que experimentaron los principales países del mundo determinó que su pensamiento, centrado en el estímulo de la demanda, fuera dominante de ahí en más. Lamentablemente, Keynes falleció en 1946 cuando ya había dejado de lado algunas de sus teorías que quizás se justificaron en el momento más crítico de la crisis, pero no posteriormente.

 La teoría de Keynes  hizo hincapié en los grandes problemas que puede causar el ahorro. Una obra de Fausto Vicarelli, que se titula «Keynes: la inestabilidad del capitalismo», muestra claramente el nudo gordiano de la doctrina del economista inglés. El sistema capitalista es inestable por su éxito ya que el ahorro crece automáticamente siguiendo el crecimiento de la economía y en aún mayor medida que ese crecimiento. Mientras el crecimiento del ahorro es automático, la inversión depende de dos variables fundamentales que son: la tasa de interés y lo que Keynes denominó la ‘eficacia marginal del capital’. En los momentos de crisis los empresarios ven el futuro ‘negro’ y aún con una tasa de interés muy baja no se ven tentados a invertir.

 La gran discípula de Keynes, Joan Robinson, sostenía que las economías de postguerra no crecerían en razón a que la inversión ya no encontraba oportunidades y sólo la producción armamentística cubriría por un tiempo esas necesidades. Así lo afirma en su libro, con John Eatwell, «Introducción a la Economía Moderna».

 En equilibrio, desde un punto de vista contable, el ahorro tiene que ser igual a la inversión. Desde un punto de vista dinámico, el ahorro y la inversión pueden diferir. La teoría prekeynesiana sostenía que el ahorro y la inversión se igualaban a través de la tasa de interés. Si los gobiernos inyectaban más moneda y bajaban la tasa de interés, lo que único que lograban es producir el ciclo económico con sus booms y sus caídas.

 De todas maneras, la teoría de Keynes se impuso y en la postguerra, durante veinticinco años, la doctrina keynesiana fue la dominante. Keynes conquistó el mundo, especialmente a sus gobiernos y políticos. A raíz de esto muchos libros de texto transmitieron una imagen negativa del ahorro.

 Es cierto que varios estudios publicados a partir de 1945, entre ellos un estudio empírico de Simón Kuznetz, posteriormente premio Nobel de economía, mostraron que en Estados Unidos el ahorro en el largo plazo no creció. A raíz de esta investigación se presentaron nuevas teorías sobre la función consumo, como las de Duesenberry, Modigliani, Friedman y otros autores, quedando sin valor la teoría de la función consumo keynesiana.

¿Es el ahorro algo negativo?

El caso de China y de otros países de Oriente parecen demostrar lo contrario.

 En un estudio «Perspectivas de la economía mundial», del año 2004, publicado por el Fondo Monetario Internacional, se dijo expresamente que entre los factores que explican el sostenido crecimiento de China desde hacía 25 años en alrededor del 9% anual acumulativo, «hay que señalar (que) China ha tenido constantemente altos índices de ahorro, lo que incluso si disminuyen, permitirá probablemente mantener altos niveles de formación de capital físico a mediano plazo» (pág. 97).

 En el período que va desde 1979 hasta el 2002 la tasa de ahorro como porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB) se mantuvo entre 35% y casi 45%.  Lo destacable es que otros países del Sudeste Asiático, también registraron alto crecimiento con una tasa de ahorro muy elevada. Esta tasa dobla la que es normal en la mayoría de los países occidentales. La tasa de inversión en China también se mantuvo en un alto nivel, entre 35% y 40%.

 En base al informe del Fondo Monetario internacional «Perspectivas de la Economía Mundial: Hacer frente a los Altos Niveles de Deuda y al Lento Crecimiento» (octubre de 2012) podemos enganchar las estadísticas de ahorro e inversión mencionada más arriba con las de los últimos años. Para las economías en desarrollo de Asia (donde está incluida China y la India), tenemos las siguientes cifras de ahorro como porcentaje del PBI:

1990-97                 31,6%

1998-2005            34,3%

2006       42,6%

2007       43,6%

2008       43,8%

2009       45,2%

2010       43,9%

2011       43,9%

2012       43,0%

2013       43,1%

2014-17                 43,3%

Desde 2012 en adelante son estimaciones.

Las cifras de inversión son las siguientes:

1990-97                 33,6%

1998-2005            32,0%

2006       37,0%

2007       36,9%

2008       38,3%

2009       41,4%

2010       41,4% 

2011       41,9%

2012       42,1%

2013       42,0%

2014-17                 41,5%

Desde 2012 en adelante son estimaciones.

Después del comentario anterior, ¿qué podemos decir de la teoría keynesiana sobre el ahorro?