Economía

¿La culpa es del euro?


Ante los problemas vividos por algunos países de la Comunidad Europea, como Grecia, España, Irlanda e Italia, se ha generalizado la crítica al euro, como el responsable de las mencionadas crisis. Contrasta con esta crítica un artículo publicado hace un tiempo en Ámbito Financiero por el Dr. Enrique Blasco Garma con el título "El euro está condenado al éxito" , artículo que ya reproducimos parcialmente y que nos parece interesante para que los lectores de este Semanario tengan una visión equilibrada. Es un artículo fundamentado y de gran claridad. Dice Blasco Garma: "Algunos comentaristas dictaminan el fracaso del euro y su desaparición con frases pegadizas. 'Dieciséis países con economías y productividades tan diferentes no pueden compartir la misma moneda', es un verso repetido en tono doctoral y gesto sabihondo. La frase es tan contagiosa y fácil de digerir que, de inmediato, los oyentes desprevenidos la comparten y hacen suya, sin más consideración".

"La falla lógica es similar a decir: ¿Cómo pretender que se mida con el mismo kilogramo a flacos y a gordos? Precisamente, la balanza existe para medir pesos diferentes de unos y otros sin inconvenientes. Usar la misma medida ofrece muchas ventajas y es el primer paso para entenderse. Justamente, las medidas están para comparar y, en el comercio, saber qué se entrega o se recibe".

"Lo mismo ocurre con el euro. Los intercambios económicos superaron al trueque mediante el uso de una medida de valor consensuada, la unidad de cuenta y de crédito. Poniéndose de acuerdo en un signo monetario, los humanos vencimos las limitaciones del trueque y ampliamos el ámbito y extensión de los intercambios. Podemos seleccionar más opciones, mejores productos y proveedores".

Sigue diciendo Blasco Garma que la moneda permite separar las compras de las ventas, en el tiempo y en el espacio. "Entonces, lo único necesario en los intercambios, con cualquier moneda, es que las partes ser pongan de acuerdo en el valor de la cosa intercambiada".

"Tantos euros por hora trabajada, por un kilo de pan, un auto o cualquier otra cosa. Los millones de transacciones diarias que se realizan en la eurozona confirman la vigencia de ese requisito. Es más, los intercambios crean tanto más valor cuanto más diferentes las capacidades y necesidades de las partes".

"Al acordar una moneda común, las (naciones) más rezagadas ganan y progresan más. Las más avanzadas reducen los costos de transacción y llegan a más clientes. Todos se benefician. El comercio desplaza a la guerra"

La última frase nos hace acordar lo que más de una vez se dijo de las consecuencias de las trabas al comercio internacional: 'Cuando las mercaderías no cruzan las fronteras las cruzan los ejércitos' y una serie de hechos históricos lo muestran, especialmente lo ocurrido en la década del '30. El comercio impone una mutua dependencia entre compradores y vendedores; ambos se necesitan y, por lo tanto, es un medio importante para lograr la paz. El mercado es catalaxia, palabra que significa 'hacer amigos a los enemigos'. Sigue diciendo Blasco Garma que "el planteo de que Alemania no puede usar el mismo patrón que Grecia o Portugal (es decir el euro) es tan absurdo que nunca se planteó, durante la larga vigencia de los patrones monetarios metálicos, el oro o la plata. El mismo patrón se aplicó para todos los países del mundo sin dificultades de competitividad durante siglos. Las monedas del Imperio Romano se utilizaron en la mayor parte de Europa y en el Cercano oriente, en una superficie geográfica aún más amplia que la del euro, sin que nadie incurriese en la falacia de cuestionar si se pueden realizar intercambios entre personas de distinta productividad".

"Si Alemania es más productiva que Grecia, su gente ganará tanto más. La productividad tampoco es la misma en las distintas provincias argentinas o en los estados de EE.UU. No obstante, utilizan la misma moneda".

La diferencia de productividad no es un obstáculo al comercio doméstico e internacional. Ya en su obra de 1817, "Principios de economía y tributación" , David Ricardo había desarrollado la ley de los costos comparados. Según este modelo, una nación más apta que otra en la producción de cualquier bien, también tenía que comerciar, vendiendo aquella mercadería para la cual tenía una mayor eficiencia relativa e importando los otros bienes.

Pero entonces, ¿por qué la crisis de algunas de las naciones de la zona del euro?

Recordemos que en Maastricht se habían fijado distintos criterios de convergencia que debían cumplir los países para ingresar a la zona del euro. Esos criterios eran los siguientes:

a)Tasa de inflación: no puede ser mayor que un 1,5% respecto a la media de los tres estados de la Eurozona con menor inflación (excluyendo aquellos que sufran deflación) durante el año precedente al examen para ser admitido.

b)El déficit presupuestario de las administraciones públicas no puede representar una cantidad mayor que el 3% del PIB al final del año precedente.

c)La Deuda pública no puede representar una cantidad mayor que el 60% del PIB.

d)Tipo de interés nominal a largo plazo no debe ser superior en un 2% a la media de los tres estados con menores tasas de inflación durante el año precedente al examen.

En un Semanario anterior publicamos algunas estadísticas sobre el punto c) de los criterios de convergencia y estos eran los resultados:

Según datos del Banco Central Europeo en su 'Boletín Mensual' del mes de abril del corriente año, la deuda pública de los países de la zona del euro evolucionó de la siguiente manera.

En 1999 la deuda pública en el conjunto de los países era de 71,9% del Producto Interno Bruto (PIB). En ese año, los países más endeudados eran Bélgica con 113,7% e Italia con una cifra similar. Le seguía Grecia con el 94% y porcentajes menores para otros países.

En el 2007, previo a la crisis internacional, el conjunto de los países tenía una deuda pública de 66,1%. Grecia encabezaba la lista con 105,0% e Italia le seguía con 103,6%. Bélgica había disminuido su deuda a 84,2% y para el resto de los países el porcentaje era menor. Alemania, el país económicamente más poderoso de la zona, tenía una deuda pública de 64,9%, un 4% por arriba de la existente en el año 1999.

Posteriormente, el mundo vivió la crisis del 2008 y 2009 y la deuda pública de los países de la zona del euro se había incrementado a 79,2%. El país que encabezaba la lista era Grecia con 126,8%, seguido de Italia con 116,0%, Bélgica con 96,2, Francia con 78,1% y Portugal con 76,1%.

La previsión para el corriente año (2011) es de 86,7% para el conjunto de los países. Grecia encabeza la lista con 150,2% seguido de Italia con 120,2%, Irlanda con 107,0% y Bélgica con 100,5. Portugal tiene una cifra que se estima en 88,8%. Alemania se prevé que estaría en 75,9% y sólo Estonia (9,5%) y Luxemburgo (19,6%) cumplen con el mencionado criterio fijado en Maastricht.

Para el año próximo (2012) se estima que el conjunto de los países va a tener una deuda pública promedio de 88,0%. La lista estaría encabezada por Grecia con 156,0%, seguido por Italia con 119,9%, Irlanda con 114,3%, Bélgica con 102,1 y Portugal con 92,4%.

Es decir que la razón de que algunos países entrasen en crisis tiene como primera respuesta el no cumplimiento con el mencionado criterio.

En segundo lugar, hay que mencionar que la inflación de dólares estadounidense de los últimos dos años ha implicado la apreciación artificial de las monedas de muchos países y la suba inflacionaria de muchas commodities.

No hay que echarle la culpa al euro si no se cumplen las reglas.

Una de las deducciones que sacamos del interesante artículo del Dr. Blasco Garma es que el mundo de la producción de bienes y el mundo monetario son dos caras de la misma moneda. Ambos se necesitan y mientras que en el mundo de los bienes debe estimularse la mayor producción, el mundo monetario debe fijar los límites a las fantasías.