Economía

Moneda y crecimiento econímico


La moneda cumple un papel fundamental en el crecimiento económico de las naciones dado que es el vehículo que facilita la formación del capital, factor fundamental en el mencionado crecimiento. Es decir que el capital monetario se transforma en capital físico (máquinas, herramientas, infraestructura, materias primas, etc.) siempre y cuando ese capital monetario (ahorro) se exprese en una moneda no afectada por la inflación.

Si el capital monetario de las personas se expresa en una moneda afectada por la inflación, la gente trata de transformarlo en capital monetario expresado en una moneda más sana, que es lo que normalmente se conoce como 'fuga de capitales'. Es decir que el pase del capital de las personas hacia monedas más sanas, no es un hecho malo de por sí, sino que es el único recurso que tiene la gente para no perder sus ahorros. El tratar de impedir ese pasaje hacia una moneda más sana, no es más que sustraerle a la gente ese capital a través de la vía impositiva.

Recordemos que la inflación es un impuesto que grava las tenencias monetarias del público, especialmente de los sectores más humildes de la sociedad, dado que estos sectores son los que tienen una mayor cantidad de dinero en relación a sus ingresos (esto lo mostró con claridad John Maynard Keynes en su pequeño libro de 1923, "Tratado de Reforma Monetaria" ).

El argumento usual de los gobiernos es que con ese capital monetario que le sustraen a la gente van a realizar grandes obras, pero a través de esas medidas coactivas lo único que se logra es un incremento de distintas operaciones (vulgarmente mal llamado especulativas) que generalmente, y por distintos ductos, hacen que el capital monetario no se transforme en el factor productivo que mencionamos más arriba.

Cuando existía una moneda sana (y de hecho nuestro país la tuvo cuando funcionó la Caja de Conversión de 1900 a 1929), fluían hacia él, desde afuera (fundamentalmente Inglaterra), capitales monetarios que se transformaban en capitales físicos (por ejemplo ferrocarriles). Y no sólo pasaba eso con nuestro país, sino que también ocurría con otros países del mundo. Nos ha parecido interesante citar a este respecto algunas "Pequeñas Crónicas" que el famoso historiador de la economía, ya fallecido, Carlo M. Cipolla, menciona en un pequeño libro editado recientemente en español con el mencionado título.

En ese libro, en un último capítulo titulado "Cuando francos y esterlinas afluían a San Petersburgo" , se menciona que el volumen de capital invertido en el extranjero por Gran Bretaña pasó de cerca de 31.000 millones de francos en 1880 a cerca de 111.000 millones de francos en 1913 (esta última cifra era equivalente a 4.440 millones de libras esterlinas o alrededor de 21.312 millones de dólares de aquel año). El capital invertido en el exterior por Francia pasó de aproximadamente 16.000 millones de francos en 1880 a cerca de 43.000 millones en 1913 (esta última cifra era equivalente a 8.256 millones de dólares de ese año).

Uno de los países receptores de ese capital monetario fue la República Argentina.

¿Por qué pasaba eso? La razón fundamental es que las monedas de los distintos países (también la nuestra), con nombres y gramajes distintos, no eran más que monedas de oro. Días pasados el Vaticano publicó un trabajo, de una de sus comisiones, que recomienda una integración a través de un gobierno mundial en materia financiera. La medida puede ser buena pero, para que sea efectiva, el primer paso sería tener una moneda estable a nivel mundial que permita el pase desde el capital monetario al capital físico como ocurría cien años atrás.