Economía

Un meritorio análisis sobre el euro


En las últimos meses, ante la depreciación que ha tenido la moneda europea y las crisis financieras y económicas de algunos de los países de la Comunidad (Grecia y España, fundamentalmente), ha sido común la publicación de artículos críticos sobre la mencionada moneda, a la que se le arrostra el ser la responsable de los problemas vividos por los mencionados países.

Contrasta con esos artículos, el publicado la semana pasada en Ámbito Financiero por el Dr. Enrique Blasco Garma con el título «El euro está condenado al éxito» . Y el contraste no se debe a que se sacan conclusiones distintas a aquellos, sino a que este artículo es claro, escrito en un lenguaje simple y tiene un sólido basamento teórico.

Vamos a realizar un resumen del mismo con algunos agregados.

Dice Blasco Garma: «Algunos comentaristas dictaminan el fracaso del euro y su desaparición con frases pegadizas. ‘Dieciséis países con economías y productividades tan diferentes no pueden compartir la misma moneda’, es un verso repetido en tono doctoral y gesto sabihondo. La frase es tan contagiosa y fácil de digerir que, de inmediato, los oyentes desprevenidos la comparten y hacen suya, sin más consideración».

«La falla lógica es similar a decir: ¿Cómo pretender que se mida con el mismo kilogramo a flacos y a gordos? Precisamente, la balanza existe para medir pesos diferentes de unos y otros sin inconvenientes. Usar la misma medida ofrece muchas ventajas y es el primer paso para entenderse. Justamente, las medidas están para comparar y, en el comercio, saber qué se entrega o se recibe».

«Lo mismo ocurre con el euro. Los intercambios económicos superaron al trueque mediante el uso de una medida de valor consensuada, la unidad de cuenta y de crédito. Poniéndose de acuerdo en un signo monetario, los humanos vencimos las limitaciones del trueque y ampliamos el ámbito y extensión de los intercambios. Podemos seleccionar más opciones, mejores productos y proveedores».

Sigue diciendo el Dr. Blasco Garma que la moneda permite separar las compras de las ventas, en el tiempo y en el espacio. «Entonces, lo único necesario en los intercambios, con cualquier moneda, es que las partes ser pongan de acuerdo en el valor de la cosa intercambiada».

«Tantos euros por hora trabajada, por un kilo de pan, un auto o cualquier otra cosa. Los millones de transacciones diarias que se realizan en la eurozona confirman la vigencia de ese requisito. Es más, los intercambios crean tanto más valor cuanto más diferentes las capacidades y necesidades de las partes».

«Al acordar una moneda común, las (naciones) más rezagadas ganan y progresan más. Las más avanzadas reducen los costos de transacción y llegan a más clientes. Todos se benefician. El comercio desplaza a la guerra»

La última frase nos hace acordar lo que más de una vez se dijo de las consecuencias de las trabas al comercio internacional: ‘Cuando las mercaderías no cruzan las fronteras las cruzan los ejércitos’ y una serie de hechos históricos lo muestran. No debe haber existido una década en la que el comercio haya caído tanto como la del ’30 del siglo pasado. Los países se aislaron a través de devaluaciones de sus monedas (la eliminación del patrón oro, la libra esterlina, el dólar y otras monedas), a través de la producción doméstica de productos necesarios para la guerra (el caso del combustible y del caucho en la Alemania nazi), a través del aumento de los aranceles (fundamentalmente Estados Unidos en 1930), a través del intervencionismo estatal tratando de pasar la crisis al vecino y finalmente por cuestiones ideológicas (el caso de la Unión Soviética). Todo esto contribuyó al conflicto de 1939-1945.

El comercio impone una mutua dependencia entre compradores y vendedores; ambos se necesitan y, por lo tanto, es un medio importante para lograr la paz.

Sigue diciendo Blasco Garma que «el planteo de que Alemania no puede usar el mismo patrón que Grecia o Portugal (es decir el euro) es tan absurdo que nunca se planteó, durante la larga vigencia de los patrones monetarios metálicos, el oro o la plata. El mismo patrón se aplicó para todos los países del mundo sin dificultades de competitividad durante siglos. Las monedas del Imperio Romano se utilizaron en la mayor parte de Europa y en el Cercano oriente, en una superficie geográfica aún más amplia que la del euro, sin que nadie incurriese en la falacia de cuestionar si se pueden realizar intercambios entre personas de distinta productividad».

«Si Alemania es más productiva que Grecia, su gente ganará tanto más. La productividad tampoco es la misma en las distintas provincias argentinas o en los estados de EE.UU. No obstante, utilizan la misma moneda».

La diferencia de productividad no es un obstáculo al comercio doméstico e internacional. Ya en su obra de 1817, «Principios de economía y tributación» , David Ricardo había desarrollado la ley de los costos comparados. Según este modelo, una nación más apta que otra en la producción de cualquier bien, también tenía que comerciar, vendiendo aquella mercadería para la cual tenía una mayor eficiencia relativa e importando los otros bienes.

Pero entonces, ¿por qué la crisis de algunas de las naciones de la zona del euro?

La crisis que están viviendo algunos de los países de la zona, como Grecia, España y otros obedece, fundamentalmente, al poco equilibrio de sus cuentas fiscales como vamos a ver más adelante cuando se analice el caso de Grecia.

Una de las deducciones que sacamos del interesante artículo del Dr. Blasco Garma es que el mundo de la producción de bienes y el mundo monetario son dos caras de la misma moneda. Ambos se necesitan y mientras que en el mundo de los bienes debe estimularse la mayor producción, el mundo monetario debe fijar los límites a las fantasías.