Economía

Economía de mercado o economía socialista


Desde hace un tiempo se asiste, en distintos medios o por parte de intelectuales, a fuertes críticas a la economía de mercado. Esas críticas tienen como uno de sus soportes los problemas financieros y económicos que se viven a nivel mundial desde la crisis de 2008 y que se continúan en los problemas de la economía estadounidense y europea.

Los intelectuales que realizan esas críticas no hacen mención a otras opciones viables de organización económica, por lo que las mismas son meramente teóricas. Por otra parte, las economías centralmente planificadas, como son las de Cuba, Corea del Norte y algunas otras tienen una participación mínima en el Producto Bruto Mundial (no deben representar ni el ½ % de dicho Producto).

Otras economías que tenían un sistema de planificación y administración central, como lo eran los países de la ex-URSS, Alemania Oriental y otros de Europa del Este, han pasado a sistemas económicos de mercado. Eso no quiere decir que en algunos de esos países dicho 'pasaje' haya sido fácil y sin problemas. Los problemas han sido muchos y es verdad que una parte de la población añora los fuertes regímenes anteriores. Pero también es cierto que muchos de los problemas que todavía subsisten no son más que la continuación de las administraciones anteriores y de sus dirigentes, lo que en otro tiempo se llamaba la Nomenklatura.

Es cierto, también, que algunas economías como la de China tienen una fuerte participación estatal, lo que ocurre también en otros países y aún en economías de mercado, pero la tendencia de las últimas décadas ha sido marchar hacia un tipo de organización de mercado (una aclaración que hay que realizar, de índole meramente estadística, es que un gasto público total de 50% sobre el PIB no es más que alrededor de un 17% en la participación en el PIB. Una cosa es el gasto y otra el valor agregado).

Uno de los casos más emblemáticos ha sido el de la organización económica de China. Hasta la década del '70 del siglo pasado, algunos intelectuales de valía se habían entusiasmado con los cambios que en dicho país había introducido Mao Zedong (recordemos como ejemplo a la eminente economista Joan Robinson, que escribió al respecto varios libros sobre la economía de dicho país). Pero todo nos hace pensar que las mencionadas alabanzas obedecieron a la falta de información que esos intelectuales tenían sobre la realidad del gran país de Oriente. Para contrarrestar sus opiniones, transcribamos algo publicado en un Semanario anterior y que tomamos del muy buen libro "La Segunda Revolución China" (2011) de Eugenio Bregolat, que ha sido embajador español en ese país en tres oportunidades (la última, actualmente).

Veamos a este respecto lo que el autor expresa sobre la teoría básica de Den Xiaoping, sin la menor duda el pragmático líder que llevó a cabo la Segunda Revolución China (ver página 42 del libro mencionado).

"Deng Xiaoping ha revisado varios de los capítulos fundamentales de Marx, Lenin y Mao Zedong.

Según la teoría del valor de Marx, el trabajo es el único factor de la producción generador de valor: una mercancía vale lo que el trabajo que lleva incorporado y el trabajador es acreedor al valor total de su trabajo. La parte del precio de una mercancía que excede al salario pagado para producirla es la plusvalía que se arroga el empresario capitalista, propietario de los medios de producción. Marx rechazó la plusvalía que consideraba resultado de la explotación del proletario por parte del capitalista, así como el instrumento que la hace posible, la propiedad privada de los medios de producción. Tras la revolución se procedería a la destrucción del orden capitalista, es decir desaparecería la propiedad privada de los medios de producción, que serían transferidos al proletariado, y se establecería una economía de planificación centralizada. Marx no aclaró que forma tomaría la transferencia de los medios de producción al proletariado. En la práctica soviética, adoptada luego por China, se tradujo en el monopolio estatal de los medios de producción. Pero en cambio, según la resolución del XV Congreso del Partido Comunista Chino, en octubre del 97, 'trabajo, capital, tecnología, capacidad empresarial y otros factores de la producción participarán en la distribución de la renta según su contribución'. La teoría del valor y el rechazo de la plusvalía de Marx quedaron muertos y enterrados".

Como se puede deducir del párrafo transcripto, sin teoría del valor trabajo -que era la base del pensamiento de Carlos Marx- todo su esquema se derrumba y no queda otra cosa que aceptar los postulados de la distribución de la renta según la productividad marginal de los factores (la teoría del eminente economista Piero Sraffa expresada en su libro "Producción de mercancías por medio de mercancías" , aunque valiosa lo es solamente a nivel teórico y no hay ninguna posibilidad de llevarla a la práctica).

El primer paso de la segunda revolución de China emprendida por Deng Xiaoping en 1978, fue la abolición de las comunas populares que se crearon a fines de la década del '50 por Mao Zedong y que habían ocasionado grandes problemas de hambre y muerte, especialmente en el llamado 'Gran salto adelante'.

Abolidas las comunas populares, comenzó la entrega de la tierra a los campesinos bajo el régimen de responsabilidad familiar. El éxito fue inmediato y la producción granaria aumentó desde 1978 a 1984 en un 33%. "El valor del producto agrícola y ganadero se multiplicó por 18 entre 1978 y 2000". La renta media de la China rural se multiplicó por 7 veces entre 1978 y 1990.

El sector rural es el más sensible en la economía de China y es por ello que las autoridades de ese país tomaron y siguen tomando medidas para tratar de equiparlo con las economías urbanas, en donde la economía de mercado tiene una participación bastante mayor. Una de las últimas medidas tomadas fue la de permitir la venta del usufructo de las tierras.

Tampoco hay que creer que los sistemas de economía de mercado solucionan todos los problemas. Nadie niega una cierta intervención del Estado en algunos rubros sensibles, como son la educación (especialmente la elemental, ¿o acaso no valoramos el aporte en nuestro país de la ley 1.420?) o la salud, pero como muy bien lo expresaron los economistas Wilhelm Röpke y Alfred Müller Armack, dicha intervención tiene que ser 'conforme al mercado'. No es el caso de ciertas actividades que lo único que producen son pérdidas a la sociedad que bien se verían favorecidas si se las dejase actuar en competencia con el sector privado.