Economía

El desarrollo de la civilización

Rogelio Pontón

El brillante historiador Niall Ferguson, profesor en Harvard, Oxford y en la Hoover Institution de la Universidad de Stanford, ha publicado su nuevo libro sobre «Civilización, Occidente y el Resto», obra sobre la cual el gran escritor Vargas Llosa ha hecho una reseña en el diario La Nación del lunes 14 del corriente mes.

El libro es sumamente importante y difícil de resumir por la variedad de temas que aborda y por el amplio escenario mundial que analiza. En su lectura pasamos de un tema a otro en pocas páginas y es por ello difícil en este corto comentario hacer honor a todo el material que presenta. De todas maneras, creemos que el hilo conductor que relaciona los distintos temas se encuentra en la importancia que el autor da a la ciencia, a la cultura y a la ética religiosa en el desarrollo de la economía mundial y, fundamentalmente, del llamado capitalismo.

En una de sus páginas dice así: «si en el año 1411 el lector hubiera podido dar la vuelta al mundo, probablemente se habría sentido impresionado por la calidad de vida de las civilizaciones orientales. La Ciudad Prohibida estaba en construcción en la Pekín Ming, al tiempo se habían iniciado las obras de reapertura y mejora del Gran Canal; en Oriente Próximo los otomanos se acercaban a Constantinopla, que finalmente conquistarían en 1453…En cambio, el lector se habría visto sorprendido por la   Europa occidental de 1411, miserable y atrasada, que se recuperaba de los estragos de la peste negra –la cual habría reducido la población a la mitad en su recorrido hacia el este entre 1347 y 1351- y seguía aquejada por las malas condiciones sanitarias y una guerra aparentemente incesante».

Lo   misma cabía decir de Norteamérica del siglo XV, que no era más que un páramo anárquico en comparación con los reinos aztecas, los mayas y los incas en Centroamérica y Sudamérica, con sus altísimos templos y sus elevadísimas carreteras.

«Al término de este recorrido mundial, la idea de que Occidente pudiera llegar a dominar al resto del mundo durante casi toda la siguiente mitad del milenio habría parecido extraordinariamente descabellada».

Pero lo improbable y descabellado se logró.

«En 1500, las futuras potencias imperiales de Europa representaban alrededor del 10% de la superficie terrestre del mundo y, como mucho, el 16% de su población. En 1913, once imperios occidentales controlaban casi las tres quintas parte de todo el territorio y la población, y más de tres cuartas partes (un asombroso 79%) de la producción económica global».

Ferguson da las siguientes razones para el mencionado logro:

1.             Competencia: una descentralización tanto de la vida política como de la económica, que sirvió de trampolín tanto a los estados-nación como al capitalismo.

2.             Ciencia: un modo de estudiar, comprender y, en última instancia, transformar el mundo natural, que dio a Occidente (entre otras cosas) una importante ventaja militar sobre el resto del mundo.

3.             Derechos de propiedad: el imperio de la ley como medio de proteger a los propietarios privados y de resolver pacíficamente las disputas entre ellos, lo que constituyó la base de la forma más estable de gobierno representativo.

4.             Medicina: una rama de la ciencia que permitió una importante mejora de la salud y la esperanza de vida, y que se inició en las sociedades occidentales, pero también en sus colonias.

5.             La sociedad de consumo: una forma de vida material en la que la producción y la compra de ropa y otros bienes de consumo desempeñan un papel económico central, y sin la que la Revolución industrial habría sido insostenible.

6.             La ética del trabajo: un marco moral y un modo de actividad derivado (entre otras fuentes) del cristianismo protestante, que proporciona el tegumento que mantiene unida la sociedad dinámica y potencialmente inestable creada por las aplicaciones 1 a 5.

Ferguson hace hincapié en los puntos anteriores para mostrar como Occidente logró el éxito y el dominio de prácticamente el mundo.

Veamos dos puntos importantes de su relato con algún detalle.

El desarrollo científico y su vehículo, la imprenta, jugó un papel importantísimo. En las páginas 114 a 116 Ferguson enumera los 29 avances más importantes en la ciencia que se desarrollaron entre 1530 a 1789, de todas maneras hace notar que ya en la llamada Edad Media se habían dado algunos pasos timportantes en esta materia.

Unido a lo anterior, el autor menciona el gran invento de la imprenta, y como en pocas décadas se abrieron en los países europeos, especialmente Alemania, una gran cantidad de empresas impresoras, haciendo que el conocimiento científico se expandiera a casi toda Europa.

El otro aspecto sobre el cual insiste Ferguson fue la ética del trabajo especialmente en los países protestantes. En esto sigue al pensador alemán de principios del siglo XX, Max Weber, que en su libro «La ética protestante y el espíritu del capitalismo», interpretó que la vocación del capitalista era de origen religioso. El trabajo infatigable era el signo más seguro de que uno pertenecía a los elegidos, el selecto grupo de personas predestinadas por Dios para la salvación. De todas maneras, creemos que en este punto la interpretación de Ferguson es parcial, como también lo hace notar Vargas Llosa en su reseña. Otros autores, entre los cuales se puede mencionar Alfred Müller Armarck, especialmente en su obra «Religión y Economía», insistieron en la importancia que tuvieron en el origen del capitalismo las comunidades católicas de la Baviera alemana. También hay que hacer notar, como lo mostró Walter Eucken en su obra «Cuestiones Fundamentales de Economía Política», que el capitalismo había comenzado su gran desarrollo en las ciudades del norte italiano, como Génova, Venecia y en algunas de las ciudades de la región de Flandes en plena Edad Media.

Pero sigue diciendo Ferguson: «En el momento de redactar estas líneas, tras el estallido de dos burbujas financieras, dos guerras inesperadamente difíciles y una gran recesión –y sobre todo, tras el extraordinario auge de China, que ha pasado a desplazar a Japón como la segunda economía mundial-, la cuestión es si el medio milenio de predominio occidental está finalmente tocando a su fin o no».

El autor advierte en las últimas décadas un freno en el crecimiento del mundo occidental. La razón cree descubrirla en la pérdida de laboriosidad que se advierte en los países europeos como también en el exagerado consumismo y en la pérdida de la ética religiosa.

En contraste, hace notar el gran desarrollo de China y de otros países orientales, que tienen como principal motor al ahorro. En pág. 417 del libro se transcribe una gráfica que muestra el Producto Bruto Interno de la Gran China (República Popular + Hong Kong + Singapur + Taiwán) que muestra que era de 12% del PBI de Estados Unidos en 1950, que pasó a 20% en 1980, a 30% en 1990, a 40% en el 2000 y que estaría actualmente en el 90%.

Hoy China es un gran innovador aspirando a convertirse en el primer fabricante mundial de turbinas eólicas y paneles fotovoltaicos. «En 2007, China superó a Alemania en el número de nuevas solicitudes de patentes. Pronto hará lo mismo en cuanto a patentes concedidas, tras haber superado ya a Gran Bretaña en 2004, a Rusia en 2005 y a Francia en 2006. Desde 1995, el número de nuevas patentes concedidas a innovadores chinos se ha multiplicado por veintinueve. Esto forma parte de un panorama mucho más amplio de hegemonía oriental. China ha multiplicado por seis su gasto en investigación y desarrollo en la última década, ha incrementado en más del doble su número de científicos y actualmente sólo le supera Estados Unidos en producción anual de revistas científicas y en capacidad de supercomputación».

Como un ejemplo a tener en cuenta y volviendo a insistir sobre el papel jugado por la ética cristiana en el desarrollo del capitalismo occidental, Ferguson menciona la ciudad de Wenzhou, al sur de Shanghai. «Con una población de ocho millones de habitantes que va en aumento, tiene fama de ser la urbe más emprendedora de China, un lugar donde rige el libre mercado y donde el papel del Estado es mínimo…La ética del trabajo alienta a todo el mundo, desde el empresario más rico al más humilde peón de fábrica. En Wenzhou la gente no solo trabaja más horas que los estadounidenses; también ahorran una proporción mucho mayor de la renta».

A renglón seguido dice: «Lo realmente fascinante, sin embargo, es que la gente de Wenzhou ha incorporado de Occidente algo más que la mera ética del trabajo: ha importado también el protestantismo, puesto que allí las semillas que los misioneros ingleses plantaron hace ciento cincuenta años ha brotado tardíamente y de la manera más extraordinaria. Mientras que antes de la Revolución Cultural (en la década del ’60) había 480 iglesias en la ciudad, hoy hay 1.339, y la cifra corresponde únicamente a las aprobadas por el gobierno».

«Hoy, el cristianismo en China está lejos de ser el opio del pueblo. Entre los creyentes más devotos de Wenzhou se encuentran los denominados ‘jefes cristianos’ empresarios como Hanping Zhang..., actualmente uno de los tres mayores fabricantes de bolígrafos y estilográficas del mundo. Cristiano devoto, Zhang es la encarnación viviente del vínculo entre el espíritu del capitalismo y la ética protestante, precisamente tal como lo entendía Max Weber. Antiguo granjero, en 1979 inició un negocio de plásticos, y ocho años más tarde abría su primera fábrica de bolígrafos y estilográficas. Hoy emplea a unos 5.000 trabajadores, que producen hasta 500 millones de unidades al año. En su opinión, el cristianismo prospera en China porque ofrece un marco ético a las personas que se esfuerzan en afrontar la actual transición social, alarmantemente rápida, del comunismo al capitalismo».

Pero como también se muestra en el libro que comentamos, China tiene una serie de problemas que el gran desarrollo económico de los últimos tiempos ha acentuado. En primer lugar habría que mencionar la desigualdad económica entre los distintos sectores de la población, y también la gran contaminación ambiental. En resumen, un libro interesante, valioso y que hace pensar, y del cual se puede extraer muchas cosas interesantes.